TIEMPO ORDINARIO
Martes 25º
LECTURA:
“Lucas 8, 19-21”
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
Él les contestó: Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.
MEDITACIÓN:
“Ponen por obra”
No es nuevo el mensaje y está resonando en toda la predicación de Jesús. Si en algo, que por otra parte ya conocemos, nos adentra en un matiz diferente, es por el ámbito en que se produce y a quién afecta, nada más ni menos que a la familia de Jesús entre quienes se encuentra su madre.
Una situación, por otra parte, que en algún momento se ha querido sacar de contexto o de contenido, como poniendo de manifiesto algún tipo de tensión entre ellos, pero que me parece en lo que no hay que entrar ni rizar el rizo, porque si en algún evangelista está ligada esta visita a los rumores que corren sobre una supuesta locura de Jesús y de lo que, lógicamente, su familia se vería preocupada, no por la verdad de la murmuración, sino por lo que podía suponer de riesgo para Jesús por parte de sus enemigos, eso no parece darse en este momento.
De todas maneras, quedarnos ahí sería ponernos al margen del mensaje que Jesús, aprovechando la situación de esa visita, nos ofrece, ampliando o profundizando, hasta qué punto cuando entramos en relación con él, por la acogida de su mensaje, se crean unos lazos profundos que nos hacen o nos permiten experimentar ese hacernos familia de Jesús, más aún familia de Dios. Es dónde y cómo se va manifestando que nos vamos configurando hijos en el Hijo, y hermanos y hermanas y hasta madre de Jesús. Es superar todos los lazos humanos para crear unos nuevos lazos que forjan en nosotros, o están llamados a forjar una nueva familia, la familia de los hijos de Dios.
Y, claro, está. Eso, una vez más, hay que decir que no se apoya ni se puede apoyar en algo teórico. No basta con una adhesión externa, con un querer emotivo, afectivo, de simpatía momentánea, sino que está llamada a afectar a toda la realidad de nuestra vida, de nuestras opciones, de nuestras actitudes, y no de mera buena voluntad. Siempre, es cierto, se tratará de un proceso, en el ámbito de la capacidad de cada uno, pero de un proceso sincero que tiene que dejar notar que todo lo que se acoge se va haciendo, o vamos intentando hacer que se convierta en realidad.
Con Jesús, y con nada que queramos tomar en serio, basta con un buen deseo, aunque ése pueda ser el punto de partida que comience entusiasmando nuestro corazón. La vida, nuestra vida, tiene que expresar la verdad de lo que acogemos, y precisamente ese sentirse envuelto en unos vínculos que nos hacen sabernos y sentirnos familia en torno a Jesús, forma parte de su verdad.
ORACIÓN:
“El mejor proyecto”
Siempre nos estás sorprendiendo, Señor. Siempre tienes la oportunidad de añadir un nuevo valor, una nueva hondura a cada una de tus afirmaciones que nos van descubriendo hasta qué punto estás empeñado en poner de manifiesto nuestra dignidad, y la grandeza o la hondura con la que quieres expresar tu proyecto original y final respecto a nosotros. Por eso nos estás desbordando siempre. Pero ante nuestro empeño por andar y movernos al nivel de lo más terreno, tú, con el mismo empeño, tratas de seguir recordándonos que, aunque no lo veamos, aunque supere nuestra capacidad, y precisamente por ello, forma parte del proyecto gratuito de amor de un Dios que, por ser Dios, puede hacerlo posible y, lógicamente, superar siempre nuestras limitadas posibilidades. Por eso, gracias, Señor. Gracias por ese regalo que todavía nos sigue pareciendo increíble. Gracias por ese empeño de acercarnos a ti para acercarnos entre nosotros. Porque no vienes a romper, vienes a unir, a levantar, a dignificar, a plenificar. Sí, me desborda, pero es el mejor proyecto y la mejor oferta que se nos puede dar. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Empeño o locura”
Tú eres el centro,
y en torno a ti
puedo descubrir
y apretar esos lazos
con los que me quieres
vincular a todos.
Familia que late al ritmo
de un corazón común,
con la fuerza de un amor
que sólo puedo
comprender desde ti,
y se me hace tarea constante,
empeño o locura,
¡quién sabe!,
del que todavía algo espera
de la propia aventura
de poner por obra lo que sueño.
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