TIEMPO ORDINARIO
Jueves 25º
LECTURA:
“Lucas 9, 7-9”
En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.
MEDITACIÓN:
“No sabía a qué atenerse”
Bueno, pues lo que le pasaba a Herodes y a muchos que se encontraron con Jesús les sigue pasando a muchos, puede ser que hasta a nosotros mismos que nos declaramos discípulos suyos. Jesús desconcierta. Puede provocar atracción o rechazo, pero no deja indiferente a nadie, e interpela, suscita preguntas.
Cuando hoy nos asomamos a nuestro ambiente, nos encontramos también con el desconocimiento y con muchas dudas, o en el mejor de los casos con esos que como entonces podían hablar de un posible profeta pero no eran capaces de ir más allá. Hay quienes hablan de Jesús como uno de esos personajes que han dejado una huella positiva, y que, por lo tanto, están a la altura de cualquier otro líder de signo social, político o religioso, pero no son capaces de ir más allá, porque ciertamente, si no es desde el ámbito de la fe no se ir más allá.
Por eso, apoyados en estas incertidumbres que nos deja el texto, tenemos que aprovechar para hacernos esas preguntas que puede ser que las tengamos ya contestadas pero, puede ser que también que no tan asumidas o integradas que nos permitan vivir con demasiada claridad nuestra realidad de creyentes. Nosotros ¿sabemos a qué atenernos? ¿Tenemos claro quién es Jesús para nosotros, para mí?
Porque si lo tenemos claro ¿no seríamos tal vez un poquito más coherentes, mejores testigos de lo que creemos y en quién creemos y, por lo tanto, más empeñados en adentrarnos cada vez más en nuestra experiencia de él, para construir y responder a nuestra vida desde él, desde sus valores del Reino, desde su mensaje de esperanza, desde nuestra aportación como creyentes en el espacio que nos ha tocado vivir para ofrecerle su mensaje, su talante?
Pienso que sí. Pero cada uno somos los llamados a responder a estas preguntas porque como hemos visto, antes tantas dudas e incertidumbres de muchos, nosotros debemos sentirnos urgidos a ofrecer una respuesta clara, contundente, porque parte no de nuestra teoría, de lo que nos han podido decir, sino de nuestra experiencia viva de él, fraguada en nuestra relación personal que se construye en el contacto orante que nos permite ir conformando nuestra vida con él y desde él. Ésa es la única manera de no ofrecer sólo palabras y respuestas teóricas, sino experiencia trabajada, que se va haciendo ilusionada y comprometida. Nosotros tenemos que ser capaces de saber a qué atenernos.
Siempre en proceso, siempre alimentando esa relación personal, como alimentamos nuestro cuerpo, porque lo que no se alimenta se debilita. Siempre creciendo en calidad y en profundidad, porque a la vida tenemos que darle peso, convicción, si no tendremos el riesgo de que, a pesar del título de bautizados, sigamos nadando en las aguas de la incertidumbre, por eso muchos terminan alejándose desencantados, y no nos podemos conformar con eso. De ahí que todas esas preguntas nos inviten a ahondar y a darles peso de vida.
ORACIÓN:
“No ser conformista de poco”
Señor, nos molestan las preguntas, sobre todo si llevan carga de comprometernos, de sacarnos de nuestra comodidad o nuestra mediocridad, porque ya estamos bien con lo que hacemos. Tenemos que reconocer que hemos bajado muchas veces el nivel de nuestra fe hasta convertirla sobre todo, en prácticas litúrgicas, y dejando que nuestras vidas solamente se conformen con vibrar de vez en cuando un poquito ante ellas, pero no mucho más. De esa manera, lo sabemos, y tenemos que ser conscientes de ello para no perder de vista la importancia de nuestras actitudes, a muchos no hemos convencido, a otros hemos desencantado, y nosotros mismos tampoco vibramos de manera especial. Sí, las preguntas nos molestan, nos cuestionan, pero son necesarias si queremos ser de verdad, en cualquier ámbito de nuestra vida, lo que decimos ser. Por eso, sigue empujando mi adhesión a ti. Sigue ayudándome a definir lo que soy. Ayúdame a descubrir las consecuencias de mis respuestas y de las opciones de mi vida en mí y en los otros. Y ayúdame a no ser un conformista de poco. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Pregúntame”
Pregúntame, Señor,
o, tal vez, mejor no.
Déjame nadar en las aguas
cómodas de la mediocridad,
hasta que se ahoguen
mis sueños y lo mejor de mí.
Pero sé que no me dejas,
sé que has entrado en mí
y en ese ámbito de mi ser,
a veces indefinido,
me sigues atrayendo a ti,
y sigues tocando esas fibras
que aún quedan puras
porque tú las mantienes.
Pregúntame, sí, aunque
no sepa responder muy bien,
porque en esas preguntas
vas forjando mi respuesta.
Deja una respuesta