TIEMPO ORDINARIO
Viernes 15º
LECTURA:
“Mateo 12, 1-8”
Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron: Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.
Les replicó: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.
MEDITACIÓN:
“No sacrificios”
Jesús tiene razón una vez más. Si comprendiéramos lo que significa que prefiere Dios la misericordia a los sacrificios las cosas serían muy diferentes. Pero no lo habían comprendido, y eso que lo habían escuchado más de una vez por boca profética, pero nos terminamos yendo a lo fácil, y hoy nos sigue pasando otro tanto.
Y así, cuando nos asomamos a muchas actitudes que hemos tenido en el pasado, y que aún se nos pegan de alguna manera, descubrimos que hemos sentido un empeño, casi podíamos decir malsano, en buscar el sacrificio como algo que agrada a Dios. Y así hemos destacado el rostro de un Dios sediento de ciertos gestos que lo hacían necesitado de dolor, de sangre, de privaciones, de autocastigos, sin darnos cuenta de que eso era una especie de complacencia personal para justificar lo que no se era capaz de vivir en la vida como actitudes de amor, que eran precisamente las que Dios buscaba y esperaba de nosotros, porque así se estaba manifestando él con su pueblo.
Al final es lo de siempre. Vamos buscando aquello que nos resulta más fácil y que no implica para nada nuestra vida. Y así se ha podido llegar a creer que con esos sacrificios se justificaba nuestra relación con Dios mientras que los demás contaban muy poco o nada. Podían dar una sensación de satisfacción, de cumplir con algo que suponía dolor y costaba, y que encima se podía unir al dolor de Jesús en su pasión, con lo cual era más justificable. Y quedándose ahí se pasaba por alto las actitudes de su vida, y se olvidaba que ese dolor no era buscado, sino consecuencia de su amor. Un dolor fruto de su misericordia, de su opción de amor al hombre para acercarle el amor de Dios, y que había impregnado todos los gestos de su vida.
Y es lo que volverá a recordar a estos hombres empeñados en las renuncias, sean cuales sean las circunstancias, porque lo que les importaba era cumplir y no buscar el bien en cada momento de la persona. Y ante ese empeño cerrado que no proviene de Dios, sino de nuestra postura fácil que prefiere moverse en esquemas prefabricados, volverá a poner de manifiesto que lo que quiere Dios, lo que de verdad viene de él, porque así es él, es la misericordia, la capacidad de poner el corazón en cada situación donde el hombre presenta una necesidad.
Pero esto es más difícil y comprometido. Esto moviliza toda nuestra vida y la lleva a tener que responder en cada situación no de manera mecánica y preestablecida, en un código bien definido que poder aplicar en cada caso concreto, sino que obliga a valorar, a pensar, a arriesgarse, olvidando que el amor es algo vivo, como lo es Dios, que nunca está atado a nada ni a nadie porque es el Señor y está por encima de toda norma, de todo sábado, de todo templo, por muy sagrado que lo hayamos podido hacer los hombres.
Sí, nos siguen sobrando sacrificios y faltando misericordia, mucha misericordia. Está ahí, pero no nos terminamos de dar cuenta de ello y de sus consecuencias, y es donde hoy el Señor nos invita de nuevo a pararnos para descubrirlo como una buena noticia de salvación. La única que de verdad vale desde él si lo comprendemos.
ORACIÓN:
“Romper moldes”
Gracias, Señor, por tus preferencias, porque ellas me llevan a la vida. Nosotros, aún cuando parecemos buscar lo bueno, parece que terminamos pintándolo todo de oscuridad, de tenebrosidad, mientras que tú te has empeñado en hablarnos de luz, que eso es lo que estamos llamados a ser nosotros desde ti. Soy consciente de que muchas de esas actitudes se han podido vivir con sinceridad, y a muchos les habrá llevado a ti, incluso a dar pasos hacia la misericordia, pero el riesgo es grande, y tú no lo pediste ni lo buscaste. Tu mensaje del reino nos habla de conversión, de vuelta a ti desde el amor, dese la misericordia que se desprende de ti. Pero nos ha sido más fácil escorar esa conversión hacia el otro lado, y sus consecuencias quedan bien reflejadas en las posturas duras e intransigentes de esas personas seguras de sí y de su apoyarse en lo marcado. Y tú rompes moldes a favor del hombre desde al amor, para eso has venido. Y quiero aprender, porque el riesgo es que, dejando de lado el sacrificio, tampoco sepa cómo dar forma a la misericordia. Ayúdame, Señor, porque es una tarea que nunca está hecha y que puedo desviar, perder o justificar. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Alarde de valor”
Abrir la mente y el corazón
y dejar que corra una ráfaga
de luz y de calor,
que no viene de mí,
porque supera mis terrenos
preestablecidos y estrechos.
Tener el valor de reconocer
los intereses que me atan,
y que justifican lo que hago,
sin pararme a ver si es
lo que de verdad soy.
Ser capaz de reconocerme
en mi riqueza abierta,
que me puede hacer sensible,
abierto, sincero, disponible,
en un alarde de valor
con el que me invitas
a descubrirme capaz
de misericordia como tú.
Deja una respuesta