Domingo 11 T.O. B Bis

publicado en: Domingos T.O. Ciclo B, Lectio divina diaria | 0
TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B
 
Domingo 11º  
 
 
LECTURA:         
“Marcos 4, 26‑34”
 
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra.
Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
 
 
MEDITACIÓN:           
“La semilla más pequeña”
 
 
De alguna manera pienso que estamos en la misma onda de lo que venimos escuchando de Jesús, aunque cambie el contenido en cuanto tal, pero al final todo está enfocado a lo mismo, a construir el reino de Dios.
 
Hemos escuchado cómo Jesús ha valorado la realidad de lo pequeño. Más que valorar como una opción particular propia, lo que ha tratado de hacernos ver es que la importancia de las cosas, donde nos jugamos nuestras relaciones, no comienza en los grandes gestos, o en el cumplimiento de las actitudes básicas, que ciertamente son importantísimas, pero que en última instancia, para que se mantengan y se asienten, exigen en la persona actitudes elementales que los van reforzando a lo largo de la vida, y van dando un peso especial a lo que somos y a cómo valoramos a los otros, no por las normas en sí, sino porque ello construye nuestras relaciones.
 
Desde esos principios en los que Jesús ha insistido en ese “yo os digo”, podemos también acoger estas parábolas de lo pequeño. Una semilla que, por grande que sea, siempre es pequeña con respecto a su fruto; o esa semilla insignificante, la más pequeña, que es capaz de generar un gran árbol, porque así es el potencial desbordante de la vida del que teníamos que aprender.
 
Nosotros también en el ámbito del cosmos somos pequeños. Palpamos al mismo tiempo la realidad de nuestras limitaciones; pero, sin embargo, experimentamos la capacidad de esa fuerza interior que nos hace grandes, grandes en nuestro potencial interno, en nuestra capacidad de desarrollar las posibilidades de nuestra inteligencia, y que hace posible los grandes avances de la humanidad. 
 
Pero, junto a ello, experimentamos nuestras limitaciones, nuestra fragilidad e, incluso, lo que es más triste, nuestra capacidad de negar nuestro crecimiento en aspectos que tocan nuestros valores, nuestra interioridad, que es desde donde somos capaces de manifestarnos, no sólo como gestores de avances científicos, sino como capaces de crecer en humanidad. Y es ahí precisamente donde, a pesar de muchas cosas buenas, descubrimos no solo lagunas, sino paradas o negaciones voluntarias, y hasta actitudes verdaderamente inhumanas que parecen que no debían responder a la hondura de la que somos portadores, y que frenamos o no nos atrevemos, por lo que sea, a abrirle paso.
 
Sí, podemos tener experiencia de pequeñez, pero lo importante es que ahí se esconde una fuerza, insertada por la misma realidad de Dios, capaz de dinamizar todo nuestro ser, de hacer de nuestra vida una historia de crecimiento que nos puede sorprender y desbordar a nosotros mismos. Tal vez por eso le tenemos miedo y preferimos quedarnos en los umbrales. Pero Jesús nos sigue invitando a ir sin miedos más allá, hasta ser punto de apoyo, de cobijo y estímulo para muchos. 
 
 
ORACIÓN:            
“Sensible para crecer”
 
Da la sensación, Señor, de que nos cuesta ponernos en el lugar exacto, como si no supiésemos o como si quisiéramos esquivar ciertas cosas. Por una parte podemos supervalorar lo que somos,  por otra negar o minimizar otros aspectos. Y no sé por qué, pero tendemos a dar más peso a lo material que a todo aquello que nos hace más personas. Sé, Señor, que siempre es peligroso hacer afirmaciones rotundas, pero es lo que damos a entender en muchas realidades que, al mismo tiempo que manifiestan ciertas sensibilidades, por otra parte chocan con valores elementales que negamos o pasamos por alto. Señor, en medio de todo eso también estoy yo con mis contradicciones pero te doy gracias porque ahí, en esa realidad compleja, sigues convirtiéndote en llamada que me quiere mantener sensible para crecer. Gracias, Señor.
 
 
CONTEMPLACIÓN:            
“Amor encarnado”
 
Y tú te has hecho pequeño,
te has metido en mi historia,
te has adentrado en mí,
 hasta tocar mis fibras profundas,
hasta dibujar en mí
el perfil de tu amor encarnado.
Y has desbordado esa pequeñez,
hasta convertirla en semilla,
capaz de mucho fruto
que te empeñas en empujar,
en dirigir hacia arriba, 
hasta derramarse como don
que acoge, cobija y estimula
mi historia compartida

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