TIEMPO ADVIENTO
Jueves 2º
LECTURA:
“Mateo 11, 11‑15”
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo.
Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche.»
MEDITACIÓN:
“El más pequeño”
Poco a poco, las lecturas nos van a ir adentrando en el núcleo de este tiempo. De esta manera nos va a aparecer en el punto de arranque la persona de Juan el Bautista, quien va a jugar un papel esencial.
Juan va a ser la bisagra que va a conectar los dos Testamentos. Va a cerrar el Antiguo y va a abrir el Nuevo. Tal vez él no fuese consciente del todo del tremendo paso que se iba a dar, pero Jesús sí y, por eso, hace esa afirmación que pone de manifiesto, en sus extremos, la novedad de lo que está surgiendo.
Por una parte, Juan, por su papel, es a los ojos de Jesús el hombre más grande nacido de mujer. Es quien va a abrir el camino a Jesús. Es el encargado de gritar la llamada a preparar el camino interior para acoger al que viene; y, por otra parte, él mismo, lo va a presentar como el Cordero de Dios, al que no es digno de desatarle ni las correas de sus sandalias. Algo tan grande y desbordante que, incluso, una vez realizado, sentirá que le sobrepasa y necesitará mandar una delegación a Jesús, en su nombre, para preguntarle definitivamente si es él quien tenía que venir.
Frente a ese papel privilegiado, culmen de todo lo que el pueblo esperaba, aunque no se va a realizar de la manera que esperaba, Jesús pondrá de manifiesto la distancia que existe con respecto a lo que está por venir. En ese reino, que el mismo Juan anuncia, el más pequeño es mucho más grande que él, a pesar de haber recibido ese título del más grande nacido de mujer.
Y es que a partir de ahora, la grandeza de una persona, no se va a medir por su título, por su sangre, por su papel en la historia, sino por su fe. Y en esta novedad del reino de Dios que llega, la fuerza y la importancia se va a encauzar hacia el pequeño, el más débil, hacia el otro en general, en actitud de servicio, de donación. Que es lo que quiere manifestar Dios con la encarnación de su Hijo.
Y no es que Jesús quiera trastocar o dar un vuelco diferente a la historia. Quiere rescatar lo que ha sido desde el comienzo, y que época tras época nos encargamos de deformar. La dignidad de todo ser humano, por encima de todo lo que lo intenta denigrar, manipular o romper; así como su llamada a la salvación por parte de un Dios que nos ha creado por amor y que quiere llevar a su consumación. La encarnación es el punto de arranque que vamos a celebrar y el adviento nos sigue ayudando a preparar el terreno de nuestra mente y de nuestro corazón.
ORACIÓN:
“Tu fuerza y tu paz”
Y nosotros, Señor, queremos seguir siendo grandes, independientes, plenamente autónomos, es decir, vivir a nuestro aire, lo digamos con mejores o peores palabras. Y eso a todos los niveles. Lo estamos viendo todos los días. No valen ni palabras, ni firmas, ni leyes, cada uno a lo suyo; y siempre detrás, intereses. No merece la pena caer en lo que ya suena a tópico cuando parece enquistado en nuestra realidad, sólo intentar acoger tu palabra y tu mensaje a pesar de las presiones, rechazos o violencias que podamos experimentar. Es fácil decirlo, pero su peso, nos condiciona, por eso necesitamos el coraje de Juan, y tu fuerza y tu paz. Que sepa apoyarme en ellas. Ayúdame, Señor. Gracias.
CONTEMPLACIÓN:
“Abrir caminos”
Traes aires nuevos
que quieren limpiar
el moho acumulado
en mi interior y
agarrado con fuerza,
cómodamente asentado.
Quieres abrir caminos,
reavivar esperanzas,
limpiar esquinas
y cuartos oscuros;
dibujar sueños
y que mi corazón
lata con fuerza de nuevo.
Deja una respuesta