TIEMPO ORDINARIO
Sábado 28º
LECTURA:
“Lucas 12, 8-12”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del Hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.
Al que hable contra el Hijo del Hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.
MEDITACIÓN:
“No os preocupéis”
Seguimos en ese clima en el que tantas veces quiso adentrarse Jesús con toda claridad ante los suyos, de cara a prevenirles y darles la seguridad, como decía ayer, que nunca estaremos solos, porque Dios se preocupa de nosotros y no nos abandona aunque las circunstancias puedan parecerlo.
Es el ámbito en el que vive Jesús. La inseguridad continua y las amenazas directas o veladas sobre el deseo de acabar con él porque sus palabras y sus actuaciones molestan. Molestan porque ponen en evidencia las falsas actitudes y la hipocresía entre lo que parecen y en realidad son, y porque todo ello les saca de sus seguridades, en las que cómodamente se han asentado.
Y ante todo ello, Jesús no huye ni se esconde. Su defensa del hombre y su dignidad, sus gestos de cercanía y de humanidad que hablan de un Dios auténticamente padre, le impiden echarse para atrás, y asume sus consecuencias, Dios mismo las asume en él. Por eso, hablar contra él no importa, pero blasfemar contra este Dios, cuya esencia es amor y desfigurarlo o denigrarlo, es imperdonable.
Por eso Dios permite que los suyos, sus mejores hijos, puedan experimentar también el rechazo, la persecución y hasta la muerte, porque la radicalidad del amor está llamada a ponerse de manifiesto hasta el final en su enfrentamiento contra todo lo que no es amor. Ese rechazo o esas muertes serán siempre señal del triunfo del bien que no se deja doblegar ni seducir por el mal.
Es fácil decirlo cuando ninguna amenaza nos pone en riesgo, pero Jesús no habla desde las espaldas cubiertas, sino desde sus propia experiencia dolorosa, porque no se puede pintar con romanticismo lo que es dolor, pero él sabe quién está detrás, como lo sabemos nosotros y, por eso, sus palabras serán de estímulo, de llamada a no tener miedo, y a no preocuparnos de los discursos, porque Dios, que está detrás de todo gesto de amor, hará brotar las palabras o los silencios necesarios.
En nuestros días, como siempre, tener presentes estas palabras de Jesús es importante. Primero porque Jesús no nos engaña y, segundo, porque siguen brotando como una llamada a seguir siendo, según nuestras posibilidades y realidades, portadores de un Dios amor que no se aleja de nosotros nunca. Y porque seguimos necesitando con una urgencia tremenda, su llamada y su fuerza para vivirlo.
ORACIÓN:
“Poner vida”
Nos preocupa, Señor, sí, tú lo sabes. Nos preocupan no las palabras, que tal vez tendríamos que sacar de dentro en un momento en el que no nos salen las palabras, sino la posibilidad de que se hagan realidad esos momentos. Y no, no estamos tan lejanos de que pueda suceder. Muchos hermanos nuestros lo siguen palpando con toda su fuerza y dramatismo. Tu palabra y tu mensaje, tal vez desvirtuado por nosotros mismos, y otras porque sigue sonando a interpelación, molesta y se elimina. Y no hablo ya de los fanatismos que se están potenciando de mil maneras y que van contra todo y contra todos. Señor, estamos construyendo un mundo dolorido, en el cual nos vamos eliminando sin ningún tipo de miramientos en medio de tantos gritos de libertades. Tú nos viniste a traer vida y nos estamos haciendo expertos en eliminarla. Dame tu fuerza y tu valor, Señor, para ahondar mi fe, para hincar mi vida en ti, para que la certeza de tu amor, sea más fuerte que todos mis frenos. Ayúdame, Señor, ayúdame a poner vida, como tú. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Vas conmigo”
Nado entre luces y sombras,
atravesado a veces por esas
corrientes frías que rompen
la calidez alcanzada
y alteran su agradable armonía.
Camino en la incertidumbre
de una senda que, en un momento,
puede alterar bruscamente el rumbo
sin saber seguro a dónde te lleva.
E inmerso en esa realidad,
que a veces me inquieta,
sólo me queda la certeza
de que tú siempre vas conmigo
y me conduces a mi destino..
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