TIEMPO ORDINARIO
Miércoles 28º
LECTURA:
“Lucas 11, 42-46”
En aquel tiempo, dijo el Señor: ¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!
Un jurista intervino y le dijo: Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.
Jesús replicó: ¡Ay de vosotros también, juristas, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!
MEDITACIÓN:
“Nos ofendes”
Pues sí, somos muy sensibles cuando tocan nuestra realidad, cuando ponen de manifiesto aquellas actitudes negativas que, por supuesto, no queremos ver, pero podemos llegar a ser inmisericordes con los otros, exigiendo aquello que nosotros no sabemos o no queremos hacer. No nos gusta que nos digan la verdad sobre nosotros mismos, porque además tenemos mil justificaciones para defender lo que hacemos o porque llegamos a situarnos en un escalafón que nos hace estar pendientes más de los fallos de los otros que nos olvidamos de los nuestros
Y junto a eso habría que colocar las palabras contundentes de Jesús. Tenemos un riesgo tremendo de creernos los buenos y, encima, nos gusta mantener un estatus que nos sitúe sobre los demás. Nos sigue costando entender que, sea cual sea nuestra situación social o nuestros títulos, la actitud básica debía de ser la de ponernos al servicio de los otros y no a servirnos de los otros. Pero, a día de hoy, nos asomamos a nuestro entorno y seguimos palpando lo mismo que denuncia Jesús.
Y sí, claro, nos ofenden sus afirmaciones rotundas, y así preferimos negarlo o eludirlo. Y no tenemos la nobleza, la honestidad y la humildad suficientes para con una sana autocrítica, descubrir nuestras ofensas, tal vez porque los otros cada vez son menos importantes, y vemos en ellos con más facilidad, alguien a quien combatir, que alguien con el cual convivir.
Ante todo ello, la afirmación de Jesús es clara. Nuestras relaciones están muy condicionadas, es cierto. Entre las personas nos encontramos de todo, buena y mala voluntad. Pero la llamada de Jesús para todos, y de un modo especial para nosotros. Nos conduce a responder a todas las realidades que suponen nuestro obligaciones a nivel social, pero teniendo presente siempre que el derecho y el amor de Dios debe conformar nuestra primera preocupación, porque de ahí se deriva y parte todo bien. Y eso no se consigue así como así, supone ser conscientes de lo que somos y del sentido del paso por nuestra historia y, por lo tanto, requiere pararnos en cada momento, para ver cuál debe ser nuestra respuesta correcta desde esos valores claros a nivel humano y desde Dios. No es cuestión de hacer las cosas a salto de mata, sino desde las convicciones profundas que intentamos aprender. Y eso no es indiferente.
ORACIÓN:
“Coherente y sencillo”
Señor, es cierto que nos sentimos fácilmente heridos si nos dicen la verdad de nuestras actitudes que no queremos reconocer, porque es mejor ser ciegos ante lo que realizamos, o porque estamos muy seguros de nosotros mismos, o cuando pone de manifiesto nuestra indiferencia ante los otros. Nos importan poco las heridas que podamos causar a los demás con nuestra intransigencia o nuestras convicciones cerradas en ese yo que tratamos de apoyar o de justificar del modo que sea. Nuestra sensibilidad deja bastante que desear y parece que cada vez va a más. De nuevo parece que me sale la vena negativa, pero es lo que tú palpas, Señor, y a lo que te enfrentas, y es lo que seguimos viendo en nuestros días. Parece que en ese campo no hemos avanzado casi nada, a grandes y a pequeños niveles. Señor, hazme coherente y sencillo. Ayúdame a potenciar el bien y a desear para los otros lo que deseo para mí. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Gotas de bien”
Has venido a tocar
nuestra realidad,
grande o sencilla;
a poner gotas de bien
en nuestros gestos,
y a generar una corriente
de frescura de vida
que construya la historia
de tantas formas herida.
Has venido a derrumbar
mis constantes muros
para darnos la mano
y caminar unidos.
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