TIEMPO ORDINARIO
Lunes 28º
LECTURA:
“Lucas 11, 29-32”
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús y él se puso a decirles: Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación.
Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
MEDITACIÓN:
“Pide un signo”
Qué triste es que siempre nos quedemos en lo superficial y terminemos reduciéndonos a la parte más externa de nosotros, como si no hubiese más dimensiones en la riqueza de nuestro ser. Y aún cuando intentamos ver más allá o más adentro buscamos las razones más materiales de nuestras neuronas, que interactúan generando todo tipo de efectos físicos. Y sí, puede ser que sea así. Pero uno se termina preguntando si no hay más, si todos nuestros sentimientos e intuiciones más profundas, esos anhelos que parece que no se manifiestan con tanta naturalidad, y que requieren un intento de bajar hasta las raíces más profundas de nuestra intimidad, no están poniendo de manifiesto algo más, o que al menos esa materialidad es mucho más rica en su potencialidad de lo que la limitamos nosotros, condicionamos o, incluso, manipulamos.
La gente pedía un signo a Jesús para poner de manifiesto la verdad de lo que decía ser, pero un signo portentoso, externo, mágico, que, por cierto, tampoco serviría para que creyesen en él, ya que podrían hablar de sugestión colectiva, al menos en nuestro lenguaje actual. Porque cuando algo se cuestiona no hay manera de dejarse convencer. Frente a ello, Jesús sigue poniendo de manifiesto el signo de su vida, de su mensaje, de sus actitudes, y quien no crea en ellas, quien no se quiera abrir a ellas, ni todos los signos del mundo van a conseguir nada más, porque seguirán quedándose en lo externo, en lo superficial, en lo que no cala en el corazón, aunque genere estupor.
El gran signo de Jesús, es el de Jonás, es decir, el de su vida y su palabra que anuncia y que llama a la conversión. Una palabra cargada de vida, y que se manifiesta más de Dios cuanto más se aleja de nuestras propias formas de pensar y de actuar limitadas. Por eso molesta y, por eso, no se acoge como un signo de Dios, que nos está ofreciendo y pidiendo un corazón capaz de abrirse cada vez más a todos. Un corazón empeñado en el bien. Algo que no terminamos de encajar mientras nos empeñamos en nuestras conquistas y en nuestro domino de los otros. Nuestro aparente desarrollo nos lleva a mirar a aquellos espacios y cosas que nos pueden mantener en ese bienestar que no termina de satisfacernos nunca, mientras olvidamos o dejamos caer migajas a quienes nada tienen. Da la sensación de que todavía no olemos lo que significa humanidad.
Asumir toda esa realidad no significa hacer un canto al lamento, o no debía significarlo, aunque hay que comenzar por él para descubrir y dolernos de nuestras torpezas que generan mal, y tratar de cambiar el corazón. La realidad parece decirnos que es tarea complicada, no sé si imposible, porque a veces lo parece, pero que debía formar parte de nuestro empeño, y muy especialmente de quienes decimos creer, porque al final a todos se nos juzgará del amor, nuestro gran signo, como lo fue en Jesús.
ORACIÓN:
“Fuerza en mi camino”
Es cierto, Señor, muchas veces, puede ser que sin darnos cuenta del todo, te pedimos signos: que nos vaya todo bien, que no nos pongamos enfermos, que no surjan dificultades,…, y cuando algo falla, nuestra fe se desvanece. A la hora de la verdad, tengo la sensación de que no nos basta tu palabra, tu vida, tus afirmaciones, no nos basta tu llamada a cooperar en la construcción de tu reino, no nos bastas tú. Sí, es cierto, nuestra realidad es frágil, nuestras necesidades muchas, las realidades de la vida a veces nos desbordan, el mal se nos hace presente de mil maneras y hasta, muchas veces, brota de nosotros y nos desconcierta. Ayúdame, Señor, para abrirme a ti, para confiar plenamente en ti, para que tú seas fuerza en mi camino, estímulo constante, apoyo en mis luchas y en mi esfuerzo por crecer desde dentro, para ser signo de tu presencia en mí. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Eternamente”
Tú eres el gran signo,
el gran milagro
de un Dios empeñado
en amar incansablemente,
eternamente,
mientras nosotros lo limitamos.
Eres el signo de una realidad
que nos invitas a abrazar
y a convertir en vida,
mientras nos desvanecemos
en las torpezas de nuestro yo
corto de miras y cerrado,
que nos daña y nos rompe.
Eres el signo que me invitas a mirar
para alzar la vista y abrazar
todas mis ansias de paz.
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