TIEMPO ORDINARIO
Viernes 22º
LECTURA:
“Lucas 5, 33-39”
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los letrados: Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio los tuyos, a comer y a beber.
Jesús les contestó: ¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán.
Y añadió esta comparación: Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque revientan los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Esta bueno el añejo».
MEDITACIÓN:
“Nadie recorta una pieza de un manto nuevo”
Sabemos que a Jesús le gusta recoger ejemplos para tratar de acercarnos de una forma aproximada a la realidad que nos quiere trasmitir, y en este texto rico en matices nos deja varios. Tal vez ya no nos sirvan demasiado porque la distancia de años nos separan de la forma de vida, al menos en la que nos movemos nosotros. Pocos odres y pocos mantos hechos de pedazos forman parte de nuestro ámbitos de una sociedad del bienestar en la que nos movemos, a pesar de la crisis, pero creo que, a pesar de todo, pienso que tenemos capacidad para intuir y entender el sentido de su comparación.
Desde esos ejemplos materiales, Jesús nos quiere llevar al modo en que tenemos que ser capaces de vivir nuestra fe, de modo que esté acorde con nuestro momento desde la fuerza de la novedad de su mensaje que nos trae la alegría de la implicación de Dios en nuestra vida, desde la realidad de un amor desbordante de ese Dios que quiere ayudar a caminar a su criatura por la senda del bien, y que para ello se quiere implicar, se ha implicado plenamente con la historia del hombre, de cada uno de nosotros y que, además, nos pone de manifiesto nuestra capacidad para hacerlo posible.
Desde ahí podemos entender o releer ese ejemplo concreto del manto partiendo del sentido común, porque su mensaje no tiene que ver nada con la mera emoción y mucho menos con la irracionalidad, sino con el sentido común que se irá ampliado poco a poco con la capacidad de escuchar o dejar resonar lo que brota de nuestro interior.
Quitar un pedazo de tela a un vestido nuevo para ponérselo a uno viejo es una tontería, no lo haríamos con ninguna de nuestras ropas y, sin embargo, en el ámbito de nuestra vida, de nuestras opciones o de nuestras creencias somos capaces de cualquier disparate, y parece que hoy más que nunca. Hemos anclado muchas veces nuestra fe, no hemos sabido alimentarla, y a veces, se mezcla todo, lo que pudimos vivir en la infancia con algún rasgo suelto de hoy, y la fe entonces es como un vestido viejo con algún parche nuevo que lo hace ridículo e inconsistente.
Por otra parte, hoy se tiende a coger o a picotear un poco de todo, y se toma lo que interesa de un lado, lo que me gusta de otro, y al final se hace una religión de petachos, a la carta, que satisfaga unas cosas y deje tranquilas otras, y así surgen cosas como el creo pero no practico, o cualquier tipo de justificación, que siempre es claro que la hay.
Jesús es un vestido nuevo, siempre nuevo, que o lo cogemos en su totalidad o lo manipulamos. Un vestido que cuando más lo usamos se embellece más y se renueva, porque si se guarda se apolilla. Tratamos de mantener muy al día nuestro cuerpo, pero tendemos a descuidar el espíritu, nuestra interioridad, que es mucho más valiosa y cuyo cuidado además de afectarnos a cada uno afecta a todos los que nos rodean. Es esa parte la que nos permite descubrir la riqueza de nuestra vida, su ser don, su motivo de fiesta y alegría profunda. Por ahí Dios trata de ayudarnos a descubrir el sentido de lo que somos y hacemos, y de lo que estamos llamados a ser y hacer. No a base de petachos, que tarde o temprano se desbaratan, sino desde la pieza siempre nueva de Jesús.
ORACIÓN:
“Mirar adelante”
Señor, a la luz de tu ejemplo yo creo que cambiaría el sentido desde mi vida, porque desde el deseo de vestir el manto nuevo que eres tú, mi tendencia es a ponerle petachos viejos. Nos es más fácil mirar atrás que mirar adelante, y más fácil aún no mirar a ninguna parte o a nuestro propio capricho, algo cada vez más extendido, y que también, si no estamos muy atentos se nos puede colar. Llevamos tu tesoro en nuestra fragilidad y, a veces también, en nuestra falta de ilusión y de esperanza, de tal manera que no es más fácil vivirte como peso que como motivo de gozo y de fiesta, y mucho más en momentos oscuros y difíciles por los que nos adentra la vida. Por todo ello, Señor, ayuda mi experiencia de ti, hazme experimentar el gozo de tu presencia, siempre ilusionada y nueva. Gracias. Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Como novio enamorado”
Cuantos parches
desfiguran, Señor,
tu imagen en mí.
Cuantas telas viejas
guardo en el armario
de mi historia que
ya ni sirven ni utilizo.
Pero tú siempre estás ahí,
manifestando la alegría
de tu novedad que se renueva,
de tu vida que se regenera
en el acontecer de cada día,
de tu amor que vuelcas incansable,
como novio enamorado
que quiere tocar las fibras
más profundas de mi ser.
Y así, pacientemente me seduces.
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