Semana 18 Martes A

TIEMPO ORDINARIO

 

Martes 18º

 

 

 

LECTURA:              

Mateo 15, 1-2. 10-14”

 

 

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y letrados de Jerusalén y le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos desprecian la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer? Y, llamando a la gente, les dijo: Escuchad y entended: No mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre.

Se acercaron los discípulos y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte? Respondió él: La planta que no haya plantado mi Padre del cielo, será arrancada de raíz. Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.

 

 

MEDITACIÓN:            

“Lo que mancha al hombre”

 

 

            Qué peligroso es sacar las cosas de su contexto y hacer de lo secundario, aunque pueda tener su importancia, una especie de dogmas que lleguen a hacer que todo esté controlado y perseguido hasta el último detalle. Porque eso termina convirtiéndose en una realidad que quien la asume ni vive ni deja vivir. Y en eso han caído un sector de grupos creyentes judíos, y puede ser que también nosotros en algunos momentos. Al final es una especie de querer tener atado a Dios, para nuestra seguridad, cuando no somos capaces de ir más allá y más adentro de nosotros mismos, quedándonos en lo superficial o en lo externo que nos justifica.

 

            Ante esa normativa detallista y estresante, y además ilógica, trata Jesús de mostrarnos dónde debe estar nuestro empeño y nuestra fuerza. Y no, no es lo que entra de fuera, la comida o el lavarse las manos, lo que hace al hombre bueno o malo. Es lo que sale de nuestro interior, de nuestro corazón, lo que nos da el tono auténtico de lo que somos, y lo que pone de manifiesto la limpieza y la trasparencia de nuestro corazón. Cuando nuestro interior no está limpio, ensuciamos todo, oscurecemos, hacemos daño, miramos con ojos turbios, lo tergiversamos todo, vemos sólo el mal, de los otros, claro, y enjuiciamos y condenamos con toda tranquilidad y ceguera.

 

            Todos esos grupos que se enfrentan a Jesús, que están mirando siempre el modo de condenar, lo hacen sólo desde las cosas externas. Si se fijasen en lo interno tendrían que empezar a condenarse a sí mismos, pero su haberse quedado en lo exterior se lo impide. No hay interioridad, y si la hay prefieren justificarla con sus cumplimientos rígidos de las normas.

 

            Tenemos que estar muy atentos porque estamos asistiendo a un resurgir de los extremismos en todas las religiones y, con ello, a una nueva persecución cubierta o encubierta. Sí, no cabe duda de que tenemos que cuidar los detalles. Jesús no va en contra de eso. Pero eso no quiere que nos haga olvidar lo fundamental. Y, así, frente a quienes parece que ponen toda su fuerza ahí, trata de recordar y enseñar dónde tenemos que poner la fuerza, donde nos jugamos, no la higiene o las formas, sino lo que somos en profundidad y está llamado a aflorar en actitudes de bien, de bondad, de humildad, de misericordia, de paz. Y sí, ahí el exterior vale porque en él vemos o no la verdad y la riqueza o pobreza de nuestro interior.

 

           

ORACIÓN:              

“Estímulo constante”

 

 

            No tengo que hacer muchas elucubraciones, Señor. Hoy no tenemos esos problemas de purezas e impurezas legales en nuestros ámbitos, pero sí que los tenemos en nuestra capacidad o no de trabajar, de limpiar y purificar, nuestra interioridad. Puedo echar balones fuera haciendo referencia a lo que nos rodea, pero tu llamada me viene a mí, y no puedo eludir lo que me afecta. Tengo muchos espacios y aspectos que seguir trabajando. Hay muchos espacios turbios en mi interior que dejan su huella clara en mis actitudes. Sé que somos tarea, que no estamos acabados y que estamos llamados a seguir construyéndonos, y eso debía ser labor ilusionada y no carga, porque en eso nos va mucho a todos. Por eso, Señor ayúdame a entenderme así. Dame paciencia, fuerza, y mucha ilusión, para dar lo mejor de mí. Que no lo sienta nunca como fracaso ni como tarea acabada, sino como estímulo constante, porque nuestra carrera no acaba hasta el final. Gracias, Señor.

 

           

CONTEMPLACIÓN:              

“Tu deseo y el mío”

 

 

Necesito seguir trabajando

el campo de mi existencia.

Dejar que vaya creciendo

el árbol y el fruto de mi vida,

sin miedo a podar sus ramas

y curar sus enfermedades.

Necesito mi ilusión y tu fuerza,

tarea conjunta de una labor

que aquí nunca se acaba

y se apoya en tu deseo y el mío.

 

 

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