Martes 10º
LECTURA:
“Mateo 5, 13-16”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
MEDITACIÓN:
“Vean vuestras buenas obras”
Me parece que no es difícil de entender, como la mayor parte de las cosas. La cuestión está, no en nuestra capacidad, sino en nuestra disposición para acogerlo y hacerlo realidad.
Las imágenes de Jesús son sugerentes y, además, claras, porque parten de las realidades de nuestra vida que diariamente estamos palpando. Sal, luz, ciudad en lo alto. Realidades que están ahí constantemente, poniendo de manifiesto su acción, su efecto positivo sobre los otros. Dar gusto, iluminar. Gustar, ver, dejarse ver, manifestarse para bien de los otros.
Ése es el empeño continuo de Jesús que nos cuesta integrar, porque parece ser que nuestra tendencia camina hacia un individualismo cada vez mayor. Es algo que tarde o temprano tendrá que volver a sus cauces, porque vivimos en sociedad, nos necesitamos, y las acciones de unos y otros no nos son indiferentes. Somos solidarios en el bien o en el mal, y juntos nos construimos o nos destruimos. Lo palpamos cada día en nuestra realidad cotidiana, y en todo la realidad social a la que nos asoman cada día los medios.
En medio de esta realidad común en la que estamos insertos, en la que nada nos es ajeno, cada vez menos, resuena esta llamada de Jesús que nos pide ser instrumentos de bien, y no para el anonimato, no sólo para nuestra propia satisfacción, sino para ser constructores continuamente de algo nuevo y bueno. Jesús nos llama a ser portadores de gestos de bien. Nuestras obras tienen que ser buenas, de manera que hagan bien a todos. Es una llamada a sentir que los demás nos deben importar. No somos anónimos, aunque no nos conozcamos vivimos afectados los unos por los otros.
Tenemos que aprender a mirarnos con ojos y corazón de humanidad salida de las manos de Dios, todos. Podrán saberlo, aceptarlo o no, pero lo importante es que nosotros sí lo sabemos. Somos receptores, portadores de ese mensaje, de esa convicción, y tenemos que expresarla y actuar en consecuencia. El fin último de todo ello es que, a través nuestro, todos puedan dar gloria a Dios. Que todos puedan conocer o intuir que nuestras actitudes y comportamientos, parten de la experiencia de un Dios que nos ha salido al camino de nuestra vida, que le ha dado sentido, sabor, gusto, plenitud. Ha iluminado nuestras oscuridades y nos ha permitido descubrir nuestras pobrezas, pero también nuestras grandezas, nuestro potencial humano, nuestra capacidad de crecer, de generar vida, nuestra esperanza que nos abre horizontes y estimula nuestra andadura y nos regenera en nuestros cansancios.
De las primeras comunidades cristianas se nos dice que eran bien vistas por todos, la gente se sorprendía de su forma de ser solidaria entre ellos y con todos. Es decir veían sus buenas obras y su modo de orar que implicaba su vida. Eso, interpelaba, atraía y hacía que muchos se uniesen a ellos. Eso sigue conformando la llamada de Jesús y nuestra respuesta.
ORACIÓN:
“Abrirnos a ti”
No es problema de tu mensaje, es problema nuestro. Parece que ciertos mensajes que debíamos acoger con la naturalidad de lo que hace bien, se nos han vuelto complicados, y tenemos que repetir, casi para convencernos de lo contrario, que es difícil hacer realidad lo que nos pides. Y no, no es difícil, somos nosotros quienes estamos haciendo difícil lo que en realidad es fácil, es sencillo, porque está inscrito en lo profundo del corazón humano. Estamos llamados al bien, estamos hechos para el bien. Nacemos necesitados de amor, y sólo en la medida que se recibe crecemos en un ámbito de equilibrio y de paz que estamos llamados a afianzar, a construir, a madurar, a conquistar, frente a aquellas fuerzas de mal que lo tratan muchas veces de impedir. Señor, al final se trata de convicción, de deseo profundo, y de empeño y tarea de cada día en la que tú vienes con nosotros. Por eso abrirnos a ti es fundamental. Tu experiencia de bien con nosotros, de habernos introducido en tu corriente de vida y de esperanza, es nuestro estímulo y nuestra fuerza. Ayúdame para que me aferre a ella cada vez con más ilusión y gozo. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Modelar mi vida”
Sal, ciudad, luz, tú;
tú empujando
todos los resortes
de mi existencia
que me construyen
y que me quieren
convertir en artesano,
artesano de tu amor,
para modelar mi vida,
para darle forma:
tu forma en mi forma,
tu vida en mi vida,
tu bien en mi bien,
tu ser en mi ser.
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