Semana 10 Lunes A

TIEMPO ORDINARIO

Lunes 10º

 

LECTURA:
“Mateo 5, 1-12”

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios».
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

MEDITACIÓN:
“Los Hijos de Dios”

Reanudamos el tiempo ordinario. Y lo hacemos con un texto que nos adentra en el corazón del evangelio, porque las bienaventuranzas conforman ese núcleo del mensaje de Jesús, expresión y manifestación concentrada de su mensaje del Reino, en el que estamos implicados, y en el que nos invita a adentrarnos y, a través del cual, asume las mejores aspiraciones del corazón humano, de nuestras actitudes nucleares que nos construyen como hombres y como hijos de Dios Padre que acoge los dolores y las esperanzas de sus hijos y las convierte en ventana y horizonte abierto de una vida que no mira sólo a un futuro consolador sino que implica todo nuestro camino, nuestras opciones nuestras preferencias, nuestros mejores empeños por ofrecer caminos de liberación y metas de salvación.

Por eso he sentido el deseo de entresacar esta afirmación que, aunque puesta de manifiesto en una de las bienaventuranzas, de quienes trabajan por la paz, me parece que responde al “por qué” de todas ellas, ya que todas esas llamadas y afirmaciones de Jesús, responden o ponen de manifiesto las actitudes de los que se empeñan por expresar su filiación, su deseo de manifestarse como hijos de Dios; y, porque, desde esa realidad, los más desfavorecidos encuentran su cercanía y predilección más íntima, en medio de un mundo que se sigue empeñando en generar mucho dolor.

Y no hay miedo a sacar las cosas de contexto. A lo largo de todo el evangelio que nos disponemos a recorrer de nuevo, no como mera repetición, sino como nueva oportunidad para seguir adentrándonos en su empeño de vida, seguiremos ahondando y descubriendo cómo Jesús va dando forma concreta a todo ello, a través de todos los momentos y circunstancias que le van a permitir acercarse al hombre herido y al hombre esperanzado, aportando su acción sanadora, su acción humanizadora, su opción clara por el hombre, a quien le va a desvelar continuamente el rostro de un Dios Padre, a quien le importa el hombre concreto, hechura de sus manos y de su corazón de Padre, por encima de todas las normas y leyes que le puedan ayudar o condicionar.

A través de Jesús, y en esta síntesis de las bienaventuranzas, descubrimos el rostro de Dios, dónde está su corazón, y descubrimos también el rostro del hombre y cómo está llamado a construir su humanidad, y como se tiene que manifestar como hijo de tal Dios. Mensaje claro para que cualquiera que pretenda manipular el rostro de Dios, sepa reencontrar en seguida su figura, su corazón, y aprender a modelarlo a su estilo, no como enajenación sino como espacio y modo en el que encontrarnos y construirnos libremente desde lo más auténtico y noble de nuestro ser. Del ser más profundo de nuestra filiación a la que nos ha abierto en Jesús.

ORACIÓN:
“Testigo de tu amor”

Gracias, Señor, porque te podemos llamar Padre, y porque así nos permites reencontrar nuestras raíces. Gracias porque de ahí arranca todo, lo mismo que arrancó para Jesús, quien hizo de su experiencia de hijo todo el proyecto de su vida, y cuyo empeño fue solamente hacer tu voluntad y llevarnos a todos hacia ti para formar la gran familia de tus hijos, la familia de los hijos de Dios, que tal vez hoy estamos llamados a redescubrir, a experimentar, a construir, a manifestar. Muchas veces hijos pródigos, es verdad. O hijos que no han sabido descubrir todavía la alegría de su filiación, a pesar de ser cumplidores fieles de las normas, pero con el corazón distante. Ayúdame, Señor, a penetrar en el misterio de tu amor, para que experimentando la fuerza y la belleza de tu paternidad, sea testigo de tu amor y de tu presencia en mí. Gracias, Señor.

CONTEMPLACIÓN:
“Eterno abrazo”

Todo parte de ti,
de ti arranca la vida,
y tu amor se vuelca en mí,
como se vuelca el amor
de todo padre y madre,
buscando sólo mi bien.
Y así todo se convierte
en un eterno abrazo,
con el que quieres
extender y acoger
a todos desde mí.

 

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