Te he sentido venir
y tu voz me ha resonado
muy dentro;
y algo ha apretado mi pecho,
como un calor,
como una emoción,
como un llanto
que pugnaba por salir,
un llanto de alegría.
Y he sentido tu abrazo,
sí, lo he sentido;
no era mío, era tuyo;
no era mi calor, era el tuyo;
no era mi imaginación,
era tu corazón entero en mí;
y he caído de rodillas,
y he abrazado tus pies,
los pies que me pides servir.