Creo, Señor, y creo
vivir desde la fe
a la que tú me abres
como un milagro
que me regalas
cada mañana
en que te asomas
a la orilla de mi vida.
Creo, Señor, y la fe
en ti me sostiene.
Y en la fragilidad que palpo
de mi realidad limitada,
de esos momentos
en los que parece
que todo se apaga,
sigo creyendo, Señor,
porque sé que tú no fallas.