TIEMPO ORDINARIO
Viernes 5ª
LECTURA:
“Marcos 7, 31-37”
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
MEDITACIÓN:
“Todo lo ha hecho bien”
Tal vez no haya mucho que añadir a esta frase, porque afirma lo que es, pero no cabe duda de que escucharla así nos sirve de confrontación y de estímulo. La gente hace esta afirmación al ser testigos de este milagro, pero el modo de expresarlo, si uno no sabe lo que hay detrás, suena como sencillo, sin aspavientos, sin milagrería escondida.
A mí me gusta esta frase porque es la que el apóstol Pedro recoge para presentar la figura de Jesús después ya de pentecostés. Y me parece tremendo que cuando se pueden decir tantas cosas de Jesús, y especialmente excepcionales después de su muerte y resurrección, diga así, simplemente, como si nada, que “pasó haciendo el bien”, porque sin grandes obras es algo que podríamos decir de muchas personas.
Tal vez es una forma que tienen los apóstoles de decirnos que eso es lo grande de Jesús y lo grande nuestro. Que en el fondo seguir a Jesús no es tan complicado, otra cosa es que lo sintamos complicado o que lo compliquemos, porque expertos en complicar las cosas somos bastante.
Es cierto que la vida es compleja. Que se dan en ella muchas situaciones que nos generan alegría o sufrimiento. Habrá muchos momentos, como los hubo en Jesús que tendremos que aprender a coger la cruz y llevarla con fuerza junto a él, y experimentar caídas, muchas. Pero al final, todo incluido en el acontecer del día a día, lo podemos resumir, en esa frase que nos suena ya a invitación, “pasar haciendo el bien”. Unas veces tendremos que ser activos en ello, otras receptores del bien de los otros. Porque al final de eso se trata, eso es lo que pretende el Señor cuando nos habla del Reino de Dios, que nos impliquemos todos, y cuando todas estas actitudes sean, no de unos pocos, sino de todos con todos, habremos entrado en una nueva realidad.
Seguramente es imposible aquí, sí, tal vez lo sea, y no hay que caer en la ingenuidad, pero tampoco en la desesperanza, porque desde Dios y con él todo es posible. Una por una el Señor no nos invita a soñar, sino a trabajar, a poner todo lo que esté a nuestro alcance, al alcance de nuestra mano y de nuestro corazón, para intentar pasar haciendo el bien, intentar hacer todo el bien que podamos y todo lo bien que podamos.
Nuestra realidad es frágil. Nos arrastra nuestra debilidad, nuestras miserias, nuestro pecado, el pecado el mundo, pero Jesús nos ha enseñado a vivir en medio de todo ello, y a dar lo mejor que cada uno podemos, tampoco pide imposibles. Espera nuestro cien, sesenta o diez por ciento, pero siempre que ése sea nuestro todo, que ahí vaya la verdad de nuestro empeño, de nuestras posibilidades, de nuestra ilusión. Hacer consciente esa llamada al bien en cada uno es una suerte y nuestra oportunidad de cada día.
ORACIÓN:
“Construir desde lo que queremos”
Señor, así de sencillo y así de difícil. No me suele gustar mucho emplear esta palabra cuando tú estás por medio. Tú nunca la pronunciaste. Nos invitaste a mirar hacia adelante, a caminar, a seguirte, a llevar la cruz. Y si alguien sabe de eso, ése eres tú. La palabra “difícil” la utilizamos a veces como sinónimo de imposible, o como escusa para dejar las cosas de lado y evadirlas. Lo difícil nos debe resonar a reto, a tarea, a esfuerzo, a empeño, a lucha, como cualquiera que quiere conseguir algo. El problema es si queremos conseguirlo, si nos basta con tirar de nuestra vida a lo que salga, o la queremos construir desde lo que queremos. La indolencia es algo que se nos está colando y nos despersonaliza, nos deshumaniza. Señor, ayúdame, así, sencillamente, a pasar, porque esto pasa, haciendo el bien. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Dame la mano”
Dame la mano, Señor,
y agárrame con fuerza;
no me sueltes,
y déjame caminar contigo.
Sorprende a mi corazón,
hazle ver su fuerza escondida,
su belleza interior,
su potencial de vida.
Dame la mano y llévame,
llévame contigo,
por caminos de bien.
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