TIEMPO ORDINARIO
Jueves 5ª
LECTURA:
“Marcos 7, 24-30”
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.
La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.
Él le dijo: Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos. Pero ella replicó: Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños. Él le contestó: Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.
Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
MEDITACIÓN:
“Fue a buscarlo”
Tal vez sea un juego de palabras, sin más, esos matices que a veces tratamos de tomar no sé si para rizar más el rizo o, simplemente, para poner de manifiesto la riqueza de las cosas, de las actitudes que nunca podemos agotar con un aspecto y que mirarlo de otro lado nos permite descubrirlo y ahondarlo mejor, en toda su riqueza.
Siempre la palabra buscar ha formado parte del lenguaje religioso. Buscar a Dios es un empeño del hombre creyente en su deseo de descubrirlo cada vez mejor en su hondura, en su riqueza, en su misterio y, al mismo tiempo en su manifestación. En los salmos lo encontramos con muchos matices ricos y sugerentes.
Por otra parte, siempre Dios se ha manifestado cercano, por eso el hombre se ha podido asomar a él y descubrir su amor, su interés por el hombre, empeñado en mantener esa relación mutua fraguada en un lenguaje de alianza, y hasta esponsal. Cercanía que de un modo privilegiado se nos ha revelado en Jesús, la Palabra encarnada. Pero ni aún así abarcamos nunca la realidad de Dios, como nos es prácticamente imposible abarcar el misterio del propio ser humano.
Y en esa manifestación y en esa cercanía, en ese caminar con nosotros, Dios sigue siendo objeto de búsqueda. Él se ha acercado pero no se nos impone, se nos ofrece. Y ahí es donde sigue entrando nuestra búsqueda, nuestro deseo de encontrarnos con él, de experimentarlo implicado en nuestra historia personal.
Tan sencillo en sí, como esta narración que muestra a Jesús en un pueblo y cuando una mujer necesitada se entera va en su busca. Es ella la que se acerca a él, y la que se aferra para arrancarle su fuerza de amor. No sé si a Jesús le gusta hacerse de rogar, pero parece que sí le gusta, en algunos casos por lo menos, sacar lo mejor de cada persona, su interés hondo y no la mera superficialidad de un milagro que una vez recibido vuelve a marcar las distancias. Y esa mujer pone de manifiesto, que en ella hay hondura, hondura de mujer, de madre y de fe.
Siempre me ha parecido un texto interpelador por la actitud un tanto dura de Jesús, pero es esa actitud la que nos consigue desvelar la gran entereza y humildad de esa mujer que, para interpelación de muchos, era pagana. Son las sorpresas del corazón humano y del auténtico buscador. Bonito ejemplo para aprender y saber que la búsqueda no es algo de un momento sino actitud continua humana y de fe.
ORACIÓN:
“El viaje a mi interior”
Eres sorprendente, Señor, como fue sorprendente y hasta te sorprendió a ti, la actitud de esa mujer. Son esos misterios del corazón humano que, como nos decías, es capaz de hacer brotar lo peor, pero también lo mejor, lo más noble, la más grande que hay en nosotros, y que muchas veces preferimos hacer dejación de ello, hasta perdernos entre las superficialidades de nuestro acontecer. Y es que muchas veces acudimos a ti con mucha superficialidad. Somos expertos en pedirte, hasta en exigirte, pero no nos ponemos nosotros el mismo rasero. Lo pedimos todo cuando somos tacaños en nuestro dar, en nuestro darnos. Señor, es cierto, tu búsqueda no se acaba con una lectura que nos emociona. Tú búsqueda la forjo cada día desde el viaje a mi interior y mi apertura al exterior, porque no agotas los espacios. Y, sobre todo, en toda manifestación de amor. Ayúdame a no dejar de buscarte nunca. Gracias, Señor.
CONTEMPLACIÓN:
“Me buscas”
Eres misterio de amor,
pero has hecho fácil
mi acceso a ti.
Te puedo encontrar
porque has salido
a mi encuentro
para enseñarme a amar.
Y en esta aventura
de cada día,
me sorprendes y me sorprendo,
me buscas y te busco.
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