TIEMPODENAVIDAD– CICLO A
Bautismo del Señor
LECTURA:
“San Mateo 3, 13‑17”
En. aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: “Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”
Jesús le contesto: “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere”.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
MEDITACIÓN:
“Todo lo que Dios quiere”
Culminamos todo este tiempo de Navidad con la fiesta del bautismo del Señor. Momento que va a significar como el pistoletazo de salida de toda la vida pública de Jesús. Se han consumado treinta años de silencio, de vida callada en Nazaret, tiempo en el que acumular ese crecimiento en edad, en sabiduría interior y en gracia con lo que va a adentrarse en este tiempo breve, pero tremendamente intenso, de anuncio del evangelio del Reino y de hacer efectivo el plan de salvación de Dios.
Al margen de ese diálogo con Juan, que lo sitúa ya en otro escalón, y de la manifestación trinitaria que acontece de alguna manera en ese momento puntual, esta frase dejada caer por él mismo se convierte como en el lema del programa de su actividad. Jesús lo tiene meridianamente claro. Tanto uno como otro tienen que “cumplir todo lo que Dios quiere”.
Y a partir de este momento es lo que quedará continuamente palpable. Como afirmará en otros momentos, y repetirá de mil maneras, ha venido a cumplir la voluntad de su Padre. No hace y dice sino aquello que oye y ve al Padre. “Hágase tu voluntad” será la expresión cumbre que consumará su existencia y que nos la dejará a nosotros de manifiesto en la oración que nos enseñó, y que todavía nos cuesta asumir con todas sus consecuencias: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”.
De esta manera, no sólo para él, sino para nosotros, ésta deberá ser la expresión, la manifestación de nuestro entrar en la dinámica de nuestra fe. Estamos llamados, como Jesús, desde Jesús, con el Espíritu de Jesús, a cumplir todo lo que Dios quiere. Y eso va a reclamar, también como decíamos ayer, ése estar en referencia continua a él. Esa escucha constante, íntima, de su palabra, a la luz y desde la luz de los acontecimientos que nos rodean. En eso va a consistir esa búsqueda primera del reino de Dios y su justicia, tras lo cual todo está llamado a venir como añadidura. Y eso es algo que tenemos que experimentar con nitidez, si no podemos seguir perdiendo el norte de nuestra realidad de discípulos de Jesús.
Vamos a seguir comprobando que el seguimiento de Jesús no es un juego. Que ser cristiano es algo más que estar bautizado y cumplir una serie de obligaciones que en poco afectan a nuestra vida. Que el mensaje de salvación, la tarea de nuestra redención, por parte de Jesús, no le ha costado simplemente dejar su cielo una temporada y pasar por unos cuantos avatares de la vida, como si se hubiese tratado de una especie de paseo o, en el mejor de los casos, de la realización de un deporte de riesgo; pero, al fin y al cabo, una especie de juego divino. Le hemos costado la vida hasta la última gota de su sangre. Nos ha manifestado la verdad de su amor y lo grande, importante y serio de nuestra vida, con su donación total, como opción por descubrirnos la grandeza y el horizonte de nuestra dignidad. Y hoy, en este día de su vida y de la nuestra, como actualización también de nuestro bautismo, nos lo pone de manifiesto con esa afirmación.
Reanudamos la andadura, la subida hacia Jerusalén, hacia nuestra Jerusalén definitiva, y ahora, una vez más, lo podemos seguir haciendo puestos los ojos en él. No nos llama a un drama, sino a hacer efectiva, en la medida de nuestras posibilidades, la aventura de nuestra felicidad, desde el aprendizaje del amor, con todas sus consecuencias (que podemos rechazar), hasta la consumación en la felicidad plena y definitiva de nuestra meta en él. Porque eso es lo que Dios quiere para nosotros. Y que nosotros, lógicamente, debemos querer. Llevamos el empuje de la vivencia de un año de la fe, y de un estímulo añadido por parte del Papa para adentrarnos en la vivencia de la alegría del evangelio. La voz del Padre y el aleteo del Espíritu alientan y se hacen presentes en nuestra andadura.
ORACIÓN:
“Tomando conciencia”
Señor, hoy es un día especial en el proceso de tu vida y lo debe ser de nuevo en la mía, que es la que ahora está en juego. De alguna manera, este inicio de andadura es un empuje, o debe serlo, para seguir tomando conciencia de que mi bautismo, como el tuyo, no fue un rito, una tradición, una fiesta, sino el acontecimiento que marcó también el inicio de la carrera de mi vida y que tal vez, sin ser muy consciente, llevo a ralentí o no me sirve de estímulo especial. Nos quejamos de los retos, de las dificultades, y las utilizamos para descargar responsabilidad, cuando debía ser precisamente para lo contrario. Nos lo decías no hace mucho al hablarnos de las dificultades y persecuciones, para señalarnos que esos son los momentos y la oportunidad espacial para dar testimonio auténtico de la verdad de nuestra fe. Nos sobran lamentos y nos falta ilusión, empeño, fuerza, coraje para expresar el amor que nos has dado y el mensaje de salvación en el que estamos inmersos. Señor, ayúdame a retomar mi carrera. Hay una meta y quiero llegar a ella. Y gracias porque tú corres conmigo. Gracias, Señor, mi Padre, mi Dios.
CONTEMPLACIÓN:
“El néctar de tu esencia”
Ha verdeado la mies
y llega el momento de madurar.
Ya la fruta está en el árbol
hermoseando su plenitud.
Y tú empiezas a destilar
el néctar de tu esencia.
Y yo, en mi tenue camino,
sigo elevando mi vista
y extendiendo mi mano
y acuciando mis sentidos,
queriendo saborear tu fruto
para madurar el mío.
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