Día 11 de Enero – 1

TIEMPONAVIDAD

 

Día 11 enero

 

 

LECTURA:

“Lucas 5, 12‑16”

 

            Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: «Señor, si quieres puedes limpiarme.» Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida le dejo la lepra.

Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste.»

Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.

 

MEDITACIÓN:

“Orar”

 

            Podríamos pararnos en otros matices de este texto, pero en estas pinceladas que se nos están dibujando en estos últimos días  del tiempo de Navidad, que nos van como desgranando algunos de los aspectos significativos que van a conformar toda la historia de Jesús, me parece importante pararnos de nuevo ante esta actitud nuclear de Jesús.

 

            Jesús ora y ora mucho. Va a conformar casi como su ejemplo más significativo de cara a los discípulos. Una actitud central que curiosamente no les va a insistir en un principio a que la retomen, como si quisiera que la descubriesen ellos en él y les suscitase la necesidad, y que llegado el momento se expresaría en aquella llamada directa “enséñanos a orar”.

 

            Hemos convertido la oración en una especie de acto de piedad, de cumplimiento, de algo que tenemos que hacer por ser cristianos. Y sí, puede ser que, como todas las cosas, se nos tenga que estimular y hasta forzar en un primer momento, lo mismo que a veces los padres tienen que forzar a comer a sus hijos. Pero a Jesús le interesará que vayamos descubriendo por nosotros mismos su fuerza, su sentido y su necesidad.

 

            Jesús no ora porque es un buen judío que tiene unas normas que cumplir. La oración, como nada de lo  que venga de Dios, puede ser violentado o forzado por mero cumplimiento. Con Jesús se ha pasado ese momento y esa actitud. Ya no hay que orar porque hay un templo y unos lugares y unos ritos, sino porque es algo que tiene que suscitarse y realizarse en “espíritu y en verdad”, como dirá más tarde.

           

            La oración para Jesús es el alimento. No se puede vivir sin el pan del cuerpo y tampoco sin el pan del espíritu. La oración es el encuentro vital con el Padre, la escucha directa, atenta y profunda del plan salvador de Dios para con uno mismo y con todos, que comunicada de corazón a corazón, desde la lectura de la realidad y de la profundidad del ser de Dios, va conformando, o debe ir conformando, las respuestas de nuestras actitudes.

 

            De estas lecciones de su ejemplo, siempre las mejores, porque parten de la experiencia de su vida, irá ampliándolo con las llamadas continuas a orar incesantemente, sin desfallecer. Jesús no puede llevar adelante su misión si no es desde esta referencia continua, vital y cercana con su “abba”. El sentido de su encarnación es hacer visible el plan de Dios, y eso requiere vivir en relación directa, cercana, íntima, confiada con él, porque la vivencia no va a ser sencilla en medio del mundo en el que vive y en el que vivimos.

 

            Ella es el único espacio que además de llevarnos hacia el corazón de Dios para partir de él, hace posible que en los momentos en que ese plan es desechado por muchos y convertido en rechazo y aparente fracaso, de lo que se ve o se experimenta, pueda y podamos seguir diciendo “hágase tu voluntad”.

 

            Vamos a comenzar en seguida el recorrido de todo su paso entre nosotros, para ayudarnos a seguir ahondando en nuestra realidad de discípulos. Que siga siendo la oportunidad de  nuestro tiempo de gracia para seguir haciendo de nuestro camino, historia de salvación. Y eso sólo lo podemos hacer con él y desde él.

 

           

ORACIÓN:

“Un acto de amor”

 

            Señor, solemos estar muy preocupados en aprender métodos para orar, A veces me da la sensación que complicamos, o tenemos empeño por complicar algo que, en principio, es tan natural y elemental como el comer, para lo que no hay grandes lecciones, como no se la de aprender a utilizar los cubiertos. Si, no cabe duda de que todo lo que ayude a hacer algo bien y a ahondar es bueno, pero orar no es un arte complicado, simplemente y ante todo es un acto de amor, y de sentir la necesidad de estar con el amado para hablarle y para escucharle. Y, a pesar de todo, nos sigue siendo un ejercicio relativamente forzoso y costoso. Señor, nos falta sentir necesidad de ti. Hacemos las cosas desde nosotros y así trasmitimos conocimientos, pero

poquita vivencia. Señor, sigue tomando la iniciativa y sigue atrayéndome hacia ti. Quiero y deseo seguir haciendo mi andadura contigo y desde ti. Ayúdame y, si hace falta, fuérzame. Gracias, Señor.

 

 

CONTEMPLACIÓN:

“Mover mi vida”

 

Te acercas a hablar conmigo,

tú comienzas el diálogo,

porque has iniciado el amor.

Quieres entrar en mí,

quieres mover mi vida,

y convertirme en presencia,

en encarnación de la tuya.

Y poco a poco,

en ese estar y permanecer juntos,

gestamos la aventura de la vida.

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