Semana 31 Jueves

TIEMPO ORDINARIO

 

Jueves 31º

 

 

LECTURA:              Lucas 15, 1-10”

 

 

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:  Ése acoge a los pecadores y come con ellos.

Jesús les dijo esta parábola: Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme! , he encontrado la oveja que se me había perdido.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas para decirles: |¡Felicitadme! , he encontrado la moneda que se me había perdido.

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

 

 

MEDITACIÓN:                “Tras la descarriada”

 

 

            Una entre cien. Más alegría. A Dios le importamos. Le importa cada oveja. No somos un rebaño amorfo, un número. Eso nos gusta hacerlo entre nosotros. Tal vez por eso nos cuesta entender al Señor. Nos hemos acostumbrado a que nos traten como números. Sí, hoy también. En la sociedad de la libertad, del bienestar. Los hombres somos tratados como masa, como números. En las empresas, en las estadísticas, para los políticos, somos masa, números, votos. Y desde ahí se quita y se pone, se echa o se acoge, se hace o se deshace. Y si no es así, al menos ésa es la impresión que se da y como nos hacen sentirnos.

 

            Sin embargo, para Dios somos cada uno importante. Cada uno hijo con nombre. No somos anónimos. Jesús no se cansa de recordárnoslo, de mostrarnos así el rostro de Dios y nuestro propio rostro. Y por eso, porque también resultaba incordioso entonces, lo mataron. Y así lo siguen experimentando muchos hoy, por eso Dios sigue molestando, porque no nos quiere masa manipulada y manipulable, y eso no nos interesa. Hay que acallar a Dios para que no se meta en nuestra vida, que nos deje andar por donde nos apetezca, que no altere nuestros intereses, y así nos distanciamos de él. Sí, y nosotros también, aunque no queramos reconocerlo, y nos hacemos más o menos indiferentes ante los otros.

 

            Y, por eso, Dios sigue saliendo a nuestro encuentro, porque le importamos, no para sacar provecho de nosotros. A Dios no le aprovechamos en nada. Pero es que somos hechura de sus manos y nos ama. Nos ha creado libres para amar y nos quiere amando, como él. Nos quiere libres y felices en el bien, como cualquier padre o madre. Creo que todavía podemos seguir afirmando esto en  nuestros días, a pesar de lo que vemos y experimentamos.

            Pero es cierto. Él no nos atrae a la fuerza. Podemos estar huyéndole o rechazándole siempre. Pero tampoco él puede dejar de salir a nuestro encuentro, sencillamente porque nos ama, y el amor no puede dejar de amar, aunque no lo entendamos en nuestra cortedad de miras, y en nuestro pobre y egoísta corazón.

 

            Pero porque sabe de qué barro estamos hecho, sigue y seguirá saliendo a nuestro encuentro, alegrándose más por un hijo recuperado para su propia felicidad, que por el resto que ya está en casa. Es bonito el mensaje pero no es fácil acogerlo. El rechazo que tuvo entonces sigue realizándose hoy. Y su actitud se convierte en llamada, para dejarnos encontrar y para salir al encuentro de nuestros hermanos más perdidos y encuentren el calor de la casa y el don de la acogida y la fraternidad. Es el regalo de nuestra fe acogida y regalada.

 

 

ORACIÓN:                “Eres mi respuesta”

 

 

            Señor, gracias un día más, en el que me llamas por mi nombre y sales a mi encuentro. Un nuevo día en el que, a pesar de mi realidad, de mi dolor y de mi cansancio, sales a mi encuentro para ofrecerme el calor de tu amor. Gracias porque en las vicisitudes de mi caminar, y en sus incertidumbres, en su luz y en su oscuridad, tu amor me acompaña y se convierte en mi fuerza cuando parece que estoy dejado a mi suerte. Gracias, Señor, porque en todo aquello en lo que no encuentro respuestas, te encuentro a ti. Tú eres mi respuesta silenciosa, pero profunda y cierta. Y en ella me apoyo y camino, dejándome llevar por ti, sabiendo que nada está perdido, sencillamente porque tú estás, porque tú eres, porque tú me acoges en la noche de mi fragilidad y de mi esperanza. Gracias, Señor.

           

 

CONTEMPLACIÓN:                 “Me llevas”

 

 

Caminas tras mis pasos,

me buscas en mis espacios

alejados y perdidos;

eres la mano que se extiende

amorosa sobre el peso de mi vida,

y acaricia mi dolor y mi esperanza.

Eres el sueño que acuna

mis mejores anhelos,

aunque mi realidad los apague

porque sé cierto que estás,

que me buscas, que me amas

y que, incluso, me llevas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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