Domingo 31 T.O. C

publicado en: Domingos T.O. Ciclo C, Lectio divina diaria | 0

TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

 

DOMINGO 31º

 

 

LECTURA:               Lucas 19, 1‑10”

 

 

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. 

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. 

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» 

Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.» 

 

 

MEDITACIÓN:                  “Salvar lo que estaba perdido”

 

 

            Dios llega donde no podemos llegar nosotros, aunque nos pueda parecer imposible. Cuántas veces ponemos coto a las personas. Son de una manera y, según nosotros, están condenadas a ser así toda la vida. No digamos nada si su vida ha estado marcada por algunas actitudes especialmente definidas, y si ya han alcanzado determinada edad. Y puede ser que apoyados en las leyes de la psicología o de lo que sea podamos tener razón.

 

            Pero la cuestión es que las personas no estamos sometidos a las leyes de forma automática, por eso erramos en tantas ocasiones. Y es que, además, hay un elemento con el cual no contamos casi nunca para ciertas cosas, por muy creyentes que nos creamos, que es Dios mismo. Con él todo puede atravesarse y romper todos nuestros moldes definidos.

 

            Por eso me gusta esta afirmación de Jesús ante uno de esos casos en el que nosotros daríamos por perdido el tema, lo mismo que lo creían aquellos que critican que Jesús entre en casa de un pecador público. Y es que él ha venido precisamente a hacer lo que nosotros somos incapaces de conseguir. Ha venido a salvar no lo salvable, sino lo que está perdido. Y esto es una puerta de esperanza para cada hombre y mujer, para nuestra humanidad. Para Dios siempre hay una posibilidad, una puerta abierta. Frente a nuestra tendencia a cerrar, Dios abre, y esto es un consuelo y una bocanada de aire fresco.

 

            Muchos tratan de negar la salvación, afirman que no necesitamos ser salvados de nada ni de nadie, y desde esa afirmación estamos ya poniendo de manifiesto la necesidad imperiosa que tenemos de que alguien nos saque de nuestro reduccionismo y de nuestras puertas cerradas que ahogan todos los mejores horizontes de nuestro potencial humano, que nos salve de nuestros egoísmos y violencias, de nuestras superficialidad y nuestros vacíos, y nos habrá horizontes de vida que broten desde lo más hondo de nuestro interior. Tal vez no nos demos cuenta, pero lo bueno es que nunca es tarde para descubrirlo.

 

           

ORACIÓN:                 “Despierta la esperanza”

 

 

            Señor, gracias porque sigues abriendo la perspectiva de nuestro horizonte humano. Gracias porque cuando tenemos el riesgo de verlo todo oscuro, muy oscuro, tú sales a nuestro paso para recordarnos que no hay nada perdido, que tú estás ahí tocando desde fuera y desde dentro. Y eso, sólo eso, nada más ni nada menos que eso, ya es liberador, ya es sanador y salvador. Sí, gracias, Señor, porque en ti se nos despierta la esperanza, porque en ti el hombre y la humanidad adquiere posibilidad y viabilidad. Lo podemos negar pero, en el fondo, sabemos que sin ti muchas de nuestras realidades quedan fundidas, se quedan sin perspectiva, sin luz, sin horizonte y eso, tal vez lo neguemos con las palabras y hasta con la convicción, pero nuestra apelación a la vida nos revela nuestras ansias más profundas y auténticas.. Por eso, Señor, porque contigo todo es posible en nuestro hoy y en nuestro futuro, gracias. Ayúdame a saber responder y vivir como tal.

 

           

CONTEMPLACIÓN:                  “Asomarme a ti”

 

 

Asomarme a ti

es como respirar hondo

y dejar que una bocanada

de aire fresco aliente mi vida.

Es dejar que en la vida

exista primavera y crezcan

las  flores de la esperanza.

Es esperar que en el horizonte

se levante el sol

y todo adquiera color,

y calor humano y divino.

Asomarme a ti

es sentir que lo imposible

siempre es posible

porque tú eres,

porque tú estás.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.