Semana 30 Jueves

TIEMPO ORDINARIO

 

Jueves 30º

 

 

LECTURA:               Lucas 13, 31-35”

 

 

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.

Él contestó: Id a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término».  Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía.

Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor

 

 

MEDITACIÓN:                “Tengo que caminar”

 

 

            Estamos ante un texto con una fuerza impresionante ante la contundencia de las palabras de Jesús. Él tiene un objetivo claro y nadie va a impedir que lo lleve hasta el final con todas las consecuencias. Nadie le va a impedir que siga hablando, enseñando, curando, haciendo el bien, llevando esperanza, aunque muchos no lo comprendan ni hayan sabido acogerle. Pero la acogida o no de su mensaje y de su persona no va a frenar su misión, tiene que seguir caminando y llegará hasta el final, y sabemos qué final.

 

            A veces nos lamentamos del escaso eco que puede provocar la acción de la iglesia y sus esfuerzos pastorales, ahora ante el reto de una nueva evangelización, o el ejemplo de los buenos cristianos, y eso muchas veces desanima. Mirar con realismo a Jesús supone descubrir la fuerza y el empeño de la tarea. Hay que seguir adelante. Hay un objetivo, una meta, es la de Jesús, y hay que ser capaz de asumirla como Jesús, ante la visión del posible fracaso o rechazo.

 

            Y, al mismo tiempo, tener muy claro que el fracaso no es de Jesús, ni es nuestro, aunque podamos añadir la realidad de nuestras incongruencias que a muchos pueden defraudar, el fracaso es del propio hombre que no es capaz de acoger un mensaje de salvación, aunque palpe la dura realidad de lo que supone el rechazo de un mensaje de amor y de esperanza. Porque quien paga las consecuencias es el propio hombre y la propia historia.

 

            Sí, el mensajero, como Jesús, como sus discípulos hoy, podrán también experimentar las consecuencias personales directas del rechazo,  pero nadie puede impedir, si no les dejamos, que podamos responder personalmente a ese mensaje y continuar asumiéndolo en nuestra vida y anunciándolo, siendo testigos de él.

 

            Desde esa convicción, tenemos que ser capaces de seguir asumiendo esas palabras y esas actitudes de Jesús, para afirmar ante quien sea, pero primero ante nosotros mismos, que hoy, mañana y pasado tenemos que seguir caminando haciendo el bien. Junto a Cristo y con la fuerza de su Espíritu Todo un reto ilusionado y convencido de nuestra fe.

 

 

ORACIÓN:                “Dame fuerza”

 

 

            Señor, lo sé, pero necesito agarrarme a ti con fuerza. Sabes que nos es fácil perder el ánimo ante las dificultades, ante la realidad de tener que vivir todo tu mensaje en una realidad que lo rechaza y nos rechaza. Sí, ya sé que tú lo sabes perfectamente y de una manera más sangrante, y ni pudiste ni puedes imponerte. El amor, Dios, no se puede imponer, o se acoge en el corazón o se pasa de largo, o se deja que pases de largo. Señor, parece que nos estorbas, y a nosotros mismos, a los tuyos, a mí, nos cuesta abrirte de par en par y sin condiciones nuestra existencia. Dame fuerza, Señor, o mejor, sigue dándome primero deseo de ti, necesidad de ti, y empuja hoy y todos los días mi caminar contigo y hacia ti, con la apertura constante de mi ser al bien, a tu bien. Gracias, Señor.

 

 

CONTEMPLACIÓN:                 “Tu meta”

 

 

Que no pare mi camino, Señor,

que no pare mi camino hacia ti.

Que cada día, que todos mis días,

sean un ir contigo y hacia ti,

firmes mis pasos hacia la meta,

tocando la alegría y el dolor

de quienes caminan a mi lado.

Que no me pare, Señor,

que nadie me pare,

porque hoy y mañana y siempre,

tengo que caminar contigo,

hasta la meta, hasta tu meta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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