TIEMPO ORDINARIO
Martes 24º
LECTURA: “Lucas 7, 11-17”
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: No llores.
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
MEDITACIÓN: “¡A ti te lo digo, levántate!”
Ante los grandes signos de Jesús tenemos el riesgo de quedarnos en ellos, con la sensación de creer que eso ya no nos alcanza a nosotros. Y es cierto que no nos podemos quedar en ellos, esperando que Dios nos libre de nuestras muertes físicas, cuando sus signos, aun cuando manifiesten esas realidades, nos están tratando de llevar mucho más allá. Todos sus gestos son manifestación de la fuerza de Dios actuando en él y, además, quieren convertirse en gestos no concretos de esos milagros, que seguro que también los sigue realizando y más de lo que suponemos, sino en actitudes que mueven o quieren mover nuestra vida para ayudarnos a vivir, para levantarnos de tantas postraciones a la que la vida nos somete de mil maneras y en las que tenemos el riesgo de quedarnos.
Podemos estar vivos físicamente pero muertos en nuestra realidad más profunda. Puede ser que estemos vivos pero nuestros gestos ser gestos de muerte. Podemos volver a recordar esas palabras de unos de los ángeles del apocalipsis que echa en cara a una de las iglesias que tiene nombre de vivo pero que está muerta. Y si nos asomamos a nuestro entorno descubrimos muchas realidades así, y si nos miramos con sinceridad lo podemos descubrir también en nosotros, porque por mil motivos, con facilidad, con razón o sin razón, nos solemos venir abajo, arrastrando con nosotros todo lo que nos rodea.
Por eso, es significativa esta llamada de Jesús que vemos repetida en un montón de sus actuaciones, y que siempre conlleva un tono muy directo: “a ti te lo digo, levántate”. Sí, porque es muy fácil que echemos balones fuera. Es muy normal que desviamos los contenidos de la palabra y pensemos que a quien mejor le viene es al que tenemos al lado. Porque cuando estamos inmersos en cualquier realidad, sobre todo si es negativa, es complicado remontarnos o salir de ella si no hay una mano o una voz amiga que nos invita a ponernos en movimiento. Porque es muy fácil encerrarnos en nuestras convicciones, sean del signo que sea, y no ser capaces de ver otras realidades, con lo cual cerramos cauces o posibilidades.
La vida es suficientemente rica y compleja como para darla por hecha. Es cierto que a veces es mucho más sencilla de lo que nos parece, la complicamos con facilidad, pero la complicamos de manera especial cuando nos cerramos en nosotros, cuando no acogemos la realidad de los otros, cuando tratamos de imponer solamente nuestra visión, cuando pretendemos que los otros sean y piensen como yo, cuando nos negamos a descubrir el valor de las cosas y de nuestras actitudes que no son nunca indiferentes, cuando nos quedamos en la superficialidad de las cosas por comodidad, por desidia o puede ser que por interés. Todo ello signos de estar renunciando a vivir y a ayudar a vivir.
Dejarnos interpelar cada uno por la llamada de Jesús es un acto de valentía y de sinceridad, y un deseo de responder a nuestra llamada a vivir poniendo en juego lo mejor de nosotros mismos.
ORACIÓN: “Construir vida”
Señor, te doy gracias por tu empeño en que viva, que viva desde lo más auténtico de mí. Sabemos que un día nos tocará dar el último paso definitivo a la plenitud que esperamos de ti, pero mientras nos pides ser portadores y constructores de vida. A veces uno tiene la tentación de pensar que nos es más fácil poner gestos de muerte, y si hacemos un recorrido por toda la realidad en la que estamos inmersos nos podemos asustar. Por eso, mirarte a ti es encontrarnos con la vida. En algún momento también hemos desvirtuado tu mensaje pero no es tu culpa, es esa realidad que parece que nos aboca sin remedio hacia algo que por una parte rechazamos y, por otra, promovemos. Ayúdanos a volver nuestra mirada a ti, a poner nuestra fuerza en la vida, ayúdanos a levantarnos de nuestras postraciones y cegueras, ayúdanos a construir vida.
CONTEMPLACIÓN: “Eres la vida”
Tú eres la vida,
y si no vamos a ti
¿cómo vamos a vivir?
Cerramos el paso a tu luz
y todo se nos hace confuso.
Tratamos de ocultar
y engañar nuestra realidad
y todo se nos viene abajo
porque nada lo sustenta.
Y en tu amor me llamas,
sales al paso de mis muertes,
y me tiendes tu mano amiga
que me ayuda, incansable,
a levantarme.
Deja una respuesta