Semana 21 Martes

TIEMPO ORDINARIO

 

Martes 21º

 

 

TEXTO:                Mateo 23, 23-26”

 

 

En aquel tiempo habló Jesús diciendo: ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!

 ¡Ay de vosotros, letrados y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego! , limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera.

 

 

MEDITACIÓN:                  “Limpia primero la copa por dentro”

 

 

            Seguimos en clave de llamada de atención con la que Jesús está poniendo el dedo en la llaga de la verdad de nuestras actitudes. Sus palabras tuvieron que hacer crujir todos los entresijos de sus oyentes. A alguno le pudieron ayudar, a otros los convenció más de que tenían que eliminarlo. Igual que ahora. Y será importante que nosotros, aunque nos pueda tocar alguna fibra sensible y nos interpele, lo aprovechemos.

 

            Decimos que vivimos en la época de la imagen y que, por lo tanto, lo que importa es lo que se ve. Es cierto. Pero siempre ha sido así. Y el texto y las palabras de Jesús lo ponen de manifiesto. Procuramos dar una buena imagen externa, y por poner un ejemplo material, gastamos lo indecible en ropa, y como ya no nos vale tampoco eso para la mejor imagen, nos esclavizan las marcas, y ya desde niños. Y en el campo de las relaciones nos pasa algo parecido y, al final, no conseguimos que duren, porque a la hora de la verdad, nos guste o no reconocerlo, nos cuesta o no sabemos trabajarnos y nos falta fondo.

 

            En el fondo lo sabemos, si somos un poquito sinceros con nosotros mismos, pero que nos lo digan otros nos fastidia y duele. Nos lo ha dicho el mismo Jesús. Cumplir lo establecido es fácil, no hay que pensar, aunque nos fastidie. Y ya con eso nos justificamos, es eso del “no robo, no mato” y, menos mal, pero todo lo demás qué. Y así nos dice Jesús que se nos olvida lo esencial, lo que  nos hace pensar, lo que no sale de lo mandado externamente sino de dentro del corazón: el derecho, la compasión, la sinceridad, por citar las tres cosas que él nos deja en el texto y que son claves

 

            Y ahí toca la aldaba de la que debe ser nuestra actitud vital. De nada nos sirve dar una imagen externa si no es más que eso, imagen, si dentro no hay nada más, porque cuando menos lo pensemos aflora y se manifiesta nuestra suciedad interior,  nuestras agresividades, nuestra falta de honradez y responsabilidad, nuestras cerrazones… Por eso Jesús nos invita a mirarnos dentro. Hace falta mucho valor, mucha honestidad con nosotros mismos, mucha lucidez y sensatez, y muchos deseos sinceros de descubrir ese potencial interior que nos capacita para lo mejor, para la bondad, para la apertura y donación de nuestro ser.

 

            Tendría que ser fácil, tendríamos que estar deseándolo, tenía que ser nuestro mejor empeño, porque lo que está en juego es nuestra propia vida. Teníamos que estar deseando que fluyese y se viese, no sólo nuestra imagen externa sino nuestra auténtica imagen interior. Es algo propio de nuestro ser humanos, pero para nosotros es, además, una llamada de Jesús para aprender de él. Nuestro maestro y  nuestro modelo.

 

 

ORACIÓN:             “Nuestra belleza interior”

 

 

            Señor, estás en lo cierto, buscamos dar el “pego”, como vulgarmente se dice. Muchas veces no es con mala voluntad. Simplemente, en el mejor de los casos y de nuestros deseos sinceros, tratamos de expresar lo que nos gustaría ser de verdad, y hay momentos en que lo conseguimos. Pero cuando el sustrato que tenemos es pobre, es bastante fácil que cuando menos lo pensemos hagamos agua, y se descubra nuestra superficialidad. Vivimos de deseos, pero a veces no ponemos toda la carne en el asador para que esos deseos se forjen y se asienten con fuerza vital en  nuestro interior. Tal vez eso explique un tanto aquello de  “siempre lo mismo”. Dejamos con facilidad que  nuestra vida fluya espontánea, y la vida no se construye sólo desde la espontaneidad, porque se nos puede desparramar por cualquier cauce que no deseemos. Hablamos de libertad para manifestar nuestros derechos ante los demás y, generalmente, no nos planteamos nuestra libertad interior ante tantas actitudes o sentimientos o pasiones, que nos esclavizan, que se convierten en nuestros señores, y que no sabemos o no queremos o no podemos doblegar. Tenemos campo interior donde limpiar, donde trabajar, donde ordenar. Ahí late nuestra belleza interior y exterior, y saber de ese tesoro es importante cuando parece que todo nos habla de quedarnos en la facilidad de lo que nos salga porque sí. Ayúdame a seguir viéndolo con claridad y a trabajarlo con ilusión y esfuerzo.

 

 

CONTEMPLACIÓN:              “Limpia, Señor”

 

 

Limpia, Señor,

rasca sin miedo,

aunque me duela,

esa costra interior

que endurece mi corazón.

Ayúdame a penetrar

en ese espacio,

a veces desconocido,

de mi propio interior,

para descubrir las sorpresas

de su riqueza y belleza

que has depositado en él,

regalo de tu amor,

potencial de fuerza de vida,

 y de bien que anhela brotar.

Limpia, Señor,

y que mi rostro, mi mirada

y mis gestos lo reflejen.

 

 

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