TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
DOMINGO 20º
LECTURA: “Lucas 12, 49‑53”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
MEDITACIÓN: “División”
Texto cargado de afirmaciones fuertes y hasta desconcertantes, pero asentadas en la realidad de los acontecimientos. A estas alturas de la historia y de la vida, creo que no nos sorprende descubrir o afirmar, que toda acción, por buena que sea, provoca reacciones. Y esas reacciones, esas consecuencias, no son siempre positivas, por muy bueno que sea el mensaje.
Jesús anuncia la paz, el amor de Dios, la fraternidad y la dignidad del hombre por encima de cualquier norma, por sagrada que sea, de eso no nos cabe la menor duda. Y eso es acogido como un mensaje de salvación por unos, y como un mensaje agresor contra muchos intereses, por otros. Tenemos que volver a recordar aquellas palabras del anciano Siméon, que vaticinaban a María el dolor, porque aquél niño sería signo de contradicción. Venía como luz, tal como cantaba aquel anciano; pero, como diría Juan en el prólogo de su evangelio, las tinieblas no se lo iban a poner fácil. Los suyos, nosotros, no le íbamos a facilitar las cosas. Para unos Jesús será hijo de Dios; para otros, hijo de Belcebú. Y así la división está servida y en marcha, aunque el mensaje siga siendo un mensaje de paz y de amor, entonces y ahora, lo vivamos mejor o peor.
Y eso que palpó Jesús en su carne, y la primera comunidad cristiana, y las que vinieron después, es lo que seguimos palpando nosotros. Y nuestro intento de vivir y de convertir en vida este mensaje de amor, se seguirá encontrando con el rechazo de alguien, al final, del mal que pugna, en las concreciones de la historia, por impedir el paso a Dios. Y muchas veces seguimos sin darnos cuenta.
Y no tenemos que ir demasiado lejos. Es mejor que no salgamos y nos quedemos en el ámbito de nuestra propia vida para descubrir las divisiones que crea en cada uno de nosotros Jesús. Y así, poder reconocer cómo nos seguimos debatiendo en nuestras contradicciones. Cómo en el fondo nos gustaría armonizar polos opuestos para que nadie nos tuviese que ver con ciertos valores y opciones claramente diferentes mientras manifestamos, tal vez con timidez o con disimulo, nuestra realidad de bautizados, de católicos.
Sí, Jesús, con su mensaje de amor y de paz, crea división en nuestro corazón. También ha venido a prender fuego en él, a quemar muchas cosas que no entran en su reino y a encender la llama de su Espíritu. Y las consecuencias de ese bautismo, gozoso y doloroso, nos pone frente a él y frente a nosotros, como una llamada a abrazarlo y pasarlo con él, convencidos de que esa unión en nuestra vida, nos permite pasar por encima de todas las divisiones. Y todavía algunos nos preguntan para qué sirve la fe. Pues que miren a Jesús y que también, ojalá, mirándonos a nosotros, viendo nuestra unión con él y entre nosotros, encuentren la respuesta.
ORACIÓN: “Llamada de vida”
Señor, no me sorprenden tus palabras. Les podía resultar extrañas a quienes te escuchaban en ese momento, pero esa es la realidad de la vida y de la historia. Es cierto que no deja de ser triste que cuando uno se siente inmerso en algo que se eleva con una fuerza y llamada de vida, encuentre respuestas de muerte, pero es así. Es el misterio de mal y de contradicción que experimentamos en el corazón humano. Y tú por ser el Todo en Dios, estás sentenciado a ser el gran amado o el gran odiado. Decir estas palabras casi me resultan escandalosas pero es la realidad que palpaste y que palpamos, y por eso a veces sentimos miedo de seguirte, de asumir las consecuencias de esa incomprensión y rechazo, como si estuviésemos pugnando por sembrar el mayor mal en el mundo. No es de extrañar que muchos abandonen, que se produzca la división, que tratemos de conjugar todo lo posible hasta sus límites, para no tener que experimentar enfrentamientos. Y, al mismo tiempo, todo me habla de que no tenemos entre manos algo indiferente, algo baladí. Lo que no afecta, lo que no es importante, lo que es indiferente, lo que nos sirve para nada, no se tiene en cuenta, no crea reacciones. Cuando las hay es porque está en juego algo importante, y para mí lo está el todo que eres tú y el todo de mí mismo. Ayúdame en el empeño de mi coherencia y fidelidad.
CONTEMPLACIÓN: “Uno contigo”
Te has dividido
para ser uno conmigo,
te has partido
para hacerme uno contigo.
Te has hecho fuego
para que prenda en tu llama,
para fundir nuestra hoguera.
Deja una respuesta