Semana 14 Sábado

TIEMPO ORDINARIO

 

Sábado14º 

 

 

LECTURA:               Mateo 10, 24-33”

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto, que no llegue a descubrirse; nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.

Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.

 

 

MEDITACIÓN:                “No tengáis miedo”

 

 

            Jesús lo tiene que repetir en muchas ocasiones y por diversos motivos, porque es uno de los sentimientos que más nos condicionan, aunque a veces queramos acallarlo porque no está bien visto el reconocerlo. Y en estos momentos, y ante estos anuncios que está haciendo de persecuciones que pueden influir en el ánimo de los que le escuchan, se hace necesario de un modo especial.

 

            Como decíamos ayer, Jesús no está hablando de conjeturas. Cuando el evangelista escribe este evangelio la iglesia ha vivido ya experiencias de persecución y de muerte por el hecho de ser cristianos. Persecuciones que se prolongarán de una forma muy dura durante una etapa larga. Hoy seguimos experimentándolas de mil maneras. Estos días aparecía la noticia de que el 75% de persecuciones religiosas actuales se realizan sobre cristianos. Y todo ello, no cabe duda, preferimos pasarlo por alto porque nos da, lógicamente, miedo.

 

            Lo palpamos también en nuestro entorno, en el que nuestras opciones provocan un rechazo visceral. Parece que todo comportamiento y mensaje vale  mientras esté en la honda de lo políticamente correcto y del ambiente general, todo lo que pueda ponerlo en tela de juicio es objeto de rechazo o ataque más o menos visceral. Y, de hecho, ese miedo nos lleva a callar y a contemporizar, en algunos casos, triste y comprensiblemente, a abandonar.

 

            En medio de todo ello necesitamos estas palabras de Jesús. No solamente las de su llamada a no tener miedo, sino sobre todo, esa seguridad de sabernos en las manos de Dios. Nos gustaría tal vez que nos evitase esos malos tragos, pero es en ellos donde se manifiesta la fuerza de nuestra convicción y de nuestro testimonio, como lo experimentó el mismo Jesús. Es este Dios el que frente a cualquier rechazo defiende la realidad profunda y grande de nuestra dignidad, de nuestro ser hijos, de la dimensión profunda de nuestra alma que  nos garantiza el triunfo de nuestra libertad muy por encima de nuestra realidad material, aunque para nosotros esas amenazas tengan una fuerza tremenda porque es lo que vislumbramos y experimentamos en nuestro hoy.

 

            Jesús defiende nuestra dignidad y el derecho a no dejarla pisotear. Nos permite descubrir que en el ser humano hay algo mucho más grande que lo que se ve, y que tenemos que ser junto a él los garantes de esa dimensión que nos trasciende y que pone de manifiesto nuestra altura. Una altura que no se repliega a la mera realidad caduca y terrenal de un rápido paso por esta historia porque nos la ha descubierto como historia de salvación. Desde esa dignidad a la que nos abre nuestra fe, las palabras de Jesús nos ofrecen su fuerza por encima de nuestros miedos humanos, a los que tal vez tenemos derecho, pero también capacidad para vencer con la fuerza de su amor.             

 

 

ORACIÓN:                 “La experiencia de tu amor”

 

 

            Cuando oigo estas palabras tengo la sensación de estar tocando un tema tabú. Sabemos que está ahí, que es real, pero preferimos no ponerle nombre y hasta apartarlo lo antes posible. En medio de todo ello sé que al final la clave no es hacer de tripas corazón y ver como escapamos, sino adentrarme más en la experiencia de tu amor salvador y de mi dignidad. Sólo cuando algo a alguien se ama con toda la fuerza del propio ser las dudas se disipan y se tiene la certeza de cómo reaccionar ante todas las situaciones y es ahí donde quiero volver mi mirada y poner mi corazón. No podemos vivir desde el miedo sino desde el amor y la esperanza, y eso lo tengo garantizado contigo y desde ti. Afiánzame, Señor.          

 

 

CONTEMPLACIÓN:                  “Tu paz”

 

 

Quiero zambullirme

en las aguas torrenciales

y claras de tu amor.

Quiero dejarme iluminar

por esa luz que disipa

todas mis sombras

y me despeja horizontes

que me cuesta descubrir.

Quiero y necesito sentir

la constante caricia

de la mano de tu palabra

que me llega cálida y firme,

queriéndome elevar

del polvo de mi tierra frágil.

Quiero posar mi vida en ti

para que descanse contigo

en el lecho suave de tu paz.

 

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