TIEMPO ORDINARIO
Viernes 9º
LECTURA: “Marcos 12, 35-37”
En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: ¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, dice: «Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies».
Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.
MEDITACIÓN: “Jesús preguntó”
Me paro ante una frase aparentemente con poco contenido, pero si nos detenemos un poquito me parece que tiene bastante miga si queremos abrirnos a ella. Y es que, generalmente, estamos acostumbrados a hacer nosotros las preguntas, como si quisiéramos aclaras las dudas sobre Dios, cuando en realidad las dudas son sobre nosotros mismos. Dios ha sido muy clarito hablándonos desde Jesús, y me parece que ya las preguntas desde entonces no están en el tejado de Dios, sino en el nuestro. Pero eso es una forma de evadir nuestra parte en este diálogo.
Es Dios el que espera nuestra respuesta a su plan de salvación. Es Dios quien espera que respondamos a la palabra que nos ha dejado en su Hijo. Es Dios quien nos pregunta dónde estamos, dónde nos situamos, a quién seguimos. Porque se nos miramos con sinceridad nos encontramos ahí, un tanto atascados, mirando con desconcierto muchas veces a nuestro alrededor, pensando si no tendrán razón, si no estaremos equivocando el camino, sino tenemos que meternos en la corriente y estar siempre como a contrapelo, criticados por unos, rechazados por otros, y nosotros sin saber muy bien por donde tirar, y llamándonos de nuevo a adentrarnos en la fuerza de nuestra fe, cuando parece que ya la teníamos que tenerla un tanto aquilatada.
Sí, al encontrarnos con estas afirmaciones de Jesús también nos tenemos que preguntar si hemos entendido, si hemos captado, como decíamos hace poco, quién es nuestro Señor, en quien confiamos y en quién nos apoyamos a la hora de la verdad, de nuestro caminar, de nuestro actuar. Y esa pregunta brota de Jesús, brota del corazón de Dios, que ya se ha desbordado en todo su ser, y sigue haciéndose presencia en nuestro camino para hacer posible nuestra respuesta.
Vivimos un tiempo de aire fresco que nos está viniendo a través de nuestro papa Francisco. Estoy, convencido, creo que todos lo estamos, que Dios, a través de él, nos está lanzando muchas preguntas, que tenemos que responder, sin más, desde el evangelio, desde la mismísima palabra de Jesús, nuestro único Señor. Y, tal vez, nuestras respuestas, en estos momentos, tengan que venir atravesadas por una apertura y sinceridad de corazón renovadas. Es tiempo de nacer de nuevo, como el mismo Señor recordaba a Nicodemo. Pidamos que sepamos estar a la altura de su llamada.
ORACIÓN: “Tener valor”
Señor, sí, lo tengo que reconocer, soy yo quien tiene que responderte, soy yo quien tengo que demostrar dónde estoy y a quién sigo, quién es mi maestro ante tantas voces y tantos maestros que aparecen hoy en día por todas partes.Tu mensaje y tu palabra es clara, tal vez por eso mismo intentamos, a veces inconscientemente, evadirla, buscarle la vuelta, domesticarla un poco para que nos deje jugar o podamos jugar con todas las cartas,. Y es que, sabes, no nos resulta fácil seguirte cuando en nuestros marcos estrechos o concretos de nuestra vida están también inmersas personas que forman parte de nuestro entorno cercano, de nuestra propia familia. Sí, a veces no es cuestión de tenerlo claro sino de tener valor y capacidad para acertar con lo correcto. Eso nos obliga a pensar y a valorar y, sobre todo a actuar, y no es fácil, puede ser que hasta doloroso, ya nos advertiste sobre ello, pero ahí nos jugamos la coherencia y la fuerza de la verdad de nuestra fe. Ayúdame en ese valor y en esa lucidez que necesito, Señor, por mí y por los que están a mi alrededor. Arraiga mi fe en ti, mi único Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Mi señorío”
Señor, eres mi Señor,
no para estar por encima,
sino para enseñarme amor.
Eres el Señor que me abre
a las preguntas de la vida,
que me adentra en el núcleo
de la esperanza abierta.
Eres el Señor que me quiere
señor y no esclavo de nada
ni de nadie.
Yo también, señor, como tú,
a tu estilo, desde ti, desde abajo,
porque así te hiciste Señor,
abajándote a nosotros,
haciéndote don de vida.
Así eres mi Señor y me en enseñas,
contigo mi señorío de amor.
Deja una respuesta