Semana V de Pascua – Sábado 2

SÁBADO V DE PASCUA

 

 

 

LECTURA:                 Juan 15, 18‑21”

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mi antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Recordad lo que os dije: «No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.» Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.»

 

 

MEDITACIÓN:               “No sois del mundo”

 

 

            Hay afirmaciones de Jesús que nos dan un poco de “cosa” repetir y entender. Su lenguaje es directo e incisivo, y nosotros preferimos atemperar las cosas, por lo que pueda pasar. Claro está que como él no lo hizo le pasó lo que le pasó. Pero tenemos que tener muy claro a quién seguimos y que este seguimiento no es poesía, tiene implicaciones claras que tenemos que asumir si estamos dispuestos de verdad a llevar su nombre. Y no cabe duda, nos da “cosa” porque palpamos en nuestros días, con toda claridad, el efecto de sus palabras. Jesús  nos está hablando de algo que vivimos hoy y eso nos hace escuchar sus palabras con toda su fuerza de realidad.

 

            Pero es importante que tengamos claras las cosas, y que las llamemos por su nombre, sencillamente para saber por dónde y cómo nos tenemos que mover y, sobre todo, con quién nos tenemos que identificar. Y basta con que entendamos bien su lenguaje para tener claro que cuando nos habla así del mundo nos está haciendo referencia a esa realidad agresiva y desafiante de mal que choca de frente con él y con nosotros. Ese mundo ni es de Jesús ni es el nuestro y, sobre todo, tenemos que intentar no caer en él que es de donde él nos ha rescatado con su muerte y resurrección. Desde ahí podemos y tenemos que afirmar que estamos en el mundo pero que no somos del mundo.

 

            Pues sí, podemos y debemos decir que desde nuestro bautismo no somos del mundo, no somos del mal, somos del bien, pertenecemos a Dios, somos sus hijos, sellados por su Espíritu, como propiedad suya, llamados a meternos en la corriente de la vida, de la libertad en el bien, inmersos en la tarea de rescatar al mundo del todo lo que le oscurece para ayudar a convertiro en un espacio de fraternidad universal. Y en ese empeño experimentaremos su rechazo, su negación a cambiar, y se volverá contra  nosotros como se volvió contra Jesús. Y tener claro eso es vital para saber nuestra postura.

 

            Sabemos, porque lo hemos experimentado, unos más y otros menos, de mil maneras, cómo ejerce ese rechazo, como si no entramos en su corriente se nos enfrenta con virulencia y con violencia. Se rechaza a Dios, y a causa de su nombre se nos rechaza utilizando como arma nuestras limitaciones. Y es cierto que están ahí, a veces con un peso y como un lastre grande en nuestro seguimiento y en nuestro testimonio. Pero que eso no haga sino poner de manifiesto nuestro empeño por trabajar nuestra fe, por saber que todavía nos queda camino por recorrer, y que es algo que no podemos dejar ni cejar porque fácilmente se nos impone.

 

            Es cierto, no es el discípulo mayor que el maestro y podemos experimentar las mismas consecuencias, pero eso sólo nos debe confirmar la urgencia y la necesidad de manifestarnos cada vez con más claridad como hijos de la luz, como hijos de Dios, rescatados y salvados por él. Es lo que celebramos y lo que queremos vivir con la  coherencia de nuestra fe pascual.

 

                       

ORACIÓN:               “Constructor de mi vida”

 

 

            Señor, estoy en el mundo, eso es claro y en él me has puesto. En tu oración final decías al Padre que no querías sacarnos del mundo, porque el mundo es lo que has venido a salvar, sino que  nos librase del mal. Ahí radica nuestra lucha, una lucha que comienza en mí mismo que es lo que primero quiere atenazar el mal. No se trata por eso de mirar sólo fuera y ver el mal en los otros, sino descubrirlo en mí para ahogarlo en mi propio interior. No es fácil esa lucha que a veces se disfraza de forma seductora y sutil, y en ocasiones hasta consigue llevarme a su terreno, lo sabes, Señor. Por eso te pido que me ayudes a tener la lucidez para descubrirlo, para no apagar mi sed de bien, ni mi deseo de luchar para conquistar mi libertad. Ayúdame, Señor, a no huir de esta tarea, porque es lo que me permite crecer y lo que me ayuda a saberme constructor de mi vida y de la historia desde la sencillez de mi realidad. Quiero ser yo, quiero completar mi carrera y quiero hacerlo contigo. Ayúdame, Señor.         

           

             

CONTEMPLACIÓN:                 “Estás ahí”

 

 

Sólo me importa

saberte a mi lado,

continuando tu lucha

en mi realidad,

implicado en mi vida,

llevando juntos la cruz

y aspirando vida.

Palpo la fuerza oscura

que aprieta y atenaza

y, a veces, casi me rompe

desdibujando mi espacio.

Pero sé que estás ahí

y guías mis pasos

con una firmeza

que siento que no es mía,

que es toda tuya;

y en esa lucha conjunta

vislumbro clara tu meta.

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