Semana VII de Pascua – Miércoles 2

MIÉRCOLES VII DE PASCUA

 

 

 

LECTURA:                 “Juan 17, 11b‑19”

 

 

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida.

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad.

Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»

 

 

MEDITACIÓN:                “No son del mundo”

 

 

            Tal vez esta afirmación no nos suene bien y prefiramos eludirla. Tenemos una sensibilidad especial para todas aquellas expresiones que de alguna manera parece que nos desmarcan del ámbito en el que nos movemos, por si eso supone situarnos al margen. No ser del mundo, no ser moderno, no ser y hacer lo que los demás, nos pone nerviosos. Pero, ¡tranquilos!, somos del mundo, sencillamente porque no hay otro, entendido como marco físico, pero Jesús va más allá de esa materialidad, va más adentro, y ahí sí, ahí tiene razón, o debería tenerla.

 

            En todo caso la cuestión es que Jesús hace una afirmación que pasa por mirarnos con buena voluntad. En su interior, aquellos discípulos podían estar situándose en una nueva dimensión, pero les costaría abrazarla con todas sus consecuencias, lo sabemos. Todas las transformaciones o adaptaciones son lentas. Y a nosotros nos basta con que nos miremos cada uno para que descubramos dónde estamos, a qué mundo pertenecemos. Y cuando hablamos así sabemos muy bien qué estamos diciendo o qué queremos decir.

 

            Jesús nos ha adentrado en una nueva corriente. Hay un mundo que no le recibió, que le rechazó, como lo sigue habiendo hoy. Y hay otro “mundo” que, en medio de sus limitaciones, de su aprendizaje, lo acogió en la fe. Todos en el mismo mundo real pero ofreciendo caminos diferentes, a veces entremezclados, los unos y los otros.

 

Y me parece que es importante que lo tengamos y lo vivamos como opción clara.

Nuestro “mundo” no puede ser otro que el de Cristo. Su palabra y su vida han sido suficientemente claras como para que no se entremezclen los mensajes, y para que sepamos por dónde y cómo tenemos que caminar. Podemos justificarnos pero no engañarnos. Y Jesús no pide al Padre que nos saque del marco, del mundo, único escenario donde conjugar nuestra historia de fe que necesariamente, de una forma o de otra, se va a encontrar con la oposición, la misma con la que se encontró el maestro.

Por eso, ante nuestra tentación de siempre de querer conjugarlo todo, el deseo y la oración de Jesús será que no caigamos en el mal. Ahí se apoya nuestra fuerza para mantenernos en el mundo sin ser del mundo, mejor aún, transformando el mundo desde dentro como la levadura en medio de la masa. Como diría Pablo, si Dios está así con nosotros quién estará contra nosotros, quién nos apartará de él. Nada ni nadie. Aquí radica el misterio y la fuerza de nuestra fe.

 

                   

ORACIÓN:                  “Construyendo tu mundo”

 

 

            Señor, creo que nos cuesta situarnos en nuestra realidad. Y el caso es que es mutuo. Parece que nunca esa coexistencia de dos mundos ha sido muy equilibrada, y cuando parecía conseguirse lo ha sido por la fuerza de unos sobre otros, tristemente también de nuestra parte. Tal vez a unos y otros nos cueste reconocer abiertamente que pertenecemos a dos ámbitos que entrechocan. Parece, sobre todo nos parece a nosotros, que no debía ser así. Pensamos que la vida, el amor, la paz, la justicia, la compasión, el perdón, debían ser sentimientos universales pero, si lo son, no hemos encontrado todavía la forma de engarzarlos para construir un mundo único, el mundo que salió de tus manos y que tú quisiste jardín, espacio para ser feliz. A nuestras limitaciones de seres creados añadimos nuestras sombras seducidos por el misterio del mal que nos arrastra. Ayúdame, ayúdanos, Señor, a seguir construyendo tu mundo, el auténtico mundo, el del amor.          

 

 

 

CONTEMPLACIÓN:                  “Tu mundo”

 

 

Has volcado tu mundo

en mis pobres manos.

Has llenado de esperanza

un corazón fragmentado,

y has sembrado anhelos

de libertad en mi espacio

cerrado y limitado

para descubrirme la belleza

desbordante del amor.

Y en ese desbordarse de tu vida,

crece la mía como torrente

que me arrastra sin saber

muy bien a dónde,

pero sé que es hacia la vida.

 

 

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