Semana III de Pascua – Jueves 2

JUEVES III DE PASCUA

 

 

 

JUEVES III DE PASCUA

 

 

 

LECTURA:                Juan 6, 44‑51”

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mi, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

 

 

MEDITACIÓN:                 “Serán todos discípulos”

 

 

            Podríamos decir que los profetas son siempre soñadores. Pero no soñadores ingenuos. El profeta de verdad no habla sólo desde sus deseos. Habla desde el corazón de Dios al que se abre con una radicalidad, confianza y seguridad total, pero sintiendo también los latidos profundos que surgen de su realidad más honda, auténtica y esperanzada, de manera que, sin saber cuándo, tiene la certeza de que aquella palabra que surge de él, y que le desborda en su realidad, llegará un momento en que se hará realidad. No es el grito de un ingenuo sino la voz del que experimenta convicciones que sólo pueden arrancar de lo más auténtico de Dios y del hombre.

 

            Desde ahí el profeta lanza esta afirmación que el mismo Jesús recoge y hace suya. Es el sueño de Dios y el de una humanidad que anhela su realización. Tal vez miramos a la historia; miramos a nuestro alrededor y no nos quede otra opción que decir que eso es algo imposible. Que mirando al hombre, por dónde camina, sus diferencias de todo tipo, las realidades que nos separan y enfrentan, afirmar eso es un imposible. Y, sin embargo, en lo hondo de nosotros hay algo que nos dice que eso tiene que llegar algún día. Que no puede ser que los hombres seamos incapaces de responder a unos deseos de paz y de bien que, aunque ocultos, están insertos en el corazón de todos. Es como una necesidad que nos lleva a esperar con toda su fuerza que el mal no tiene la última palabra, y que el absurdo de una especie de incapacidad, de suicidio colectivo, no va a ser el final trágico de nuestro paso por la tierra.

 

            Algo y alguien nos asegura que si existe una última palabra ésa será la de Dios y la del amor con la que lo ha envuelto todo, porque no hay corazón que rechace el amor, a no ser que sufra una tara y ahí, lógicamente, se rompen los esquemas. Toda la palabra de Jesús nos encauza hacia ese final en el que todo será puesto como estrado de sus pies y todas las naciones se reunirán en torno a él. Y esa esperanza, esa certeza, nos permite seguir haciendo historia, poniendo lo mejor, apostando por todo aquello que realiza lo mejor de nuestro ser humanos.

 

            La muerte y la resurrección de Cristo, su opción salvadora, su deseo de que todos se salven, como nos decía estos días, no son sino manifestaciones de ese deseo que late en el corazón de Dios, que así lo expresa el profeta, y que permite seguir confiando en el hombre, a pesar de todo lo que experimentamos en el hoy doloroso en el que nos movemos. La esperanza da vida y nos mantiene vivos, con la mirada adelante y las manos construyendo nuestro presente. Y todo ello sigue siendo parte del milagro de nuestra fe apoyados en quien se ha hecho pan para la vida.         

 

 

ORACIÓN:               “Tu buena noticia”

 

 

            Soy consciente, Señor, de que nos movemos en un lenguaje que nos desborda, imposible y cerrado para muchos, pero esto es lo que forma parte de tu mensaje, de tu novedad, de tu buena noticia. Lo triste es que no lo vivimos con toda su fuerza y convicción, y se nos escapa en el hoy muchas de sus consecuencias que no sabemos vivir en toda la fuerza de su verdad, por lo que muchas veces nosotros mismos no hacemos creíble lo que decimos creer. Y de nuevo necesito defenderme de mí mismo y de los otros, que no de ti. Somos hijos de ese ambiente que nos arrastra y dificulta. O hasta impide o lo intenta, el que lo vivamos. A veces por miedo y a veces por seducción. Todo fruto de nuestra debilidad. Pero sé que estás ahí, y que tu fuerza sigue estando de mi parte, y que al final no son sólo mis fracasos sino mi deseo de mantenerme en pie lo que me alimenta y mantiene vivo. Por eso, más allá de mis limitaciones, me aferro firmemente a ti y espero.          

 

 

CONTEMPLACIÓN:            “Pájaro invisible”    

 

 

Como el rayo rasga e ilumina

la oscuridad del horizonte;

como el viento dispersa

las oscuras nubes,

y descubre los destellos

de una luz esperada

que desvela un cielo

de sorprendentes colores,

tu palabra lo llena todo

de una vida incontenible

hasta convertir en realidad

ese sueño anhelado

que hace vibrar mis entrañas.

Y el canto de un pájaro invisible

es capaz de transformar

mi vida en melodía de esperanza.

 

LECTURA:                Juan 6, 44‑51”

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mi, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

 

 

MEDITACIÓN:                 “Serán todos discípulos”

 

 

            Podríamos decir que los profetas son siempre soñadores. Pero no soñadores ingenuos. El profeta de verdad no habla sólo desde sus deseos. Habla desde el corazón de Dios al que se abre con una radicalidad, confianza y seguridad total, pero sintiendo también los latidos profundos que surgen de su realidad más honda, auténtica y esperanzada, de manera que, sin saber cuándo, tiene la certeza de que aquella palabra que surge de él, y que le desborda en su realidad, llegará un momento en que se hará realidad. No es el grito de un ingenuo sino la voz del que experimenta convicciones que sólo pueden arrancar de lo más auténtico de Dios y del hombre.

 

            Desde ahí el profeta lanza esta afirmación que el mismo Jesús recoge y hace suya. Es el sueño de Dios y el de una humanidad que anhela su realización. Tal vez miramos a la historia; miramos a nuestro alrededor y no nos quede otra opción que decir que eso es algo imposible. Que mirando al hombre, por dónde camina, sus diferencias de todo tipo, las realidades que nos separan y enfrentan, afirmar eso es un imposible. Y, sin embargo, en lo hondo de nosotros hay algo que nos dice que eso tiene que llegar algún día. Que no puede ser que los hombres seamos incapaces de responder a unos deseos de paz y de bien que, aunque ocultos, están insertos en el corazón de todos. Es como una necesidad que nos lleva a esperar con toda su fuerza que el mal no tiene la última palabra, y que el absurdo de una especie de incapacidad, de suicidio colectivo, no va a ser el final trágico de nuestro paso por la tierra.

 

            Algo y alguien nos asegura que si existe una última palabra ésa será la de Dios y la del amor con la que lo ha envuelto todo, porque no hay corazón que rechace el amor, a no ser que sufra una tara y ahí, lógicamente, se rompen los esquemas. Toda la palabra de Jesús nos encauza hacia ese final en el que todo será puesto como estrado de sus pies y todas las naciones se reunirán en torno a él. Y esa esperanza, esa certeza, nos permite seguir haciendo historia, poniendo lo mejor, apostando por todo aquello que realiza lo mejor de nuestro ser humanos.

 

            La muerte y la resurrección de Cristo, su opción salvadora, su deseo de que todos se salven, como nos decía estos días, no son sino manifestaciones de ese deseo que late en el corazón de Dios, que así lo expresa el profeta, y que permite seguir confiando en el hombre, a pesar de todo lo que experimentamos en el hoy doloroso en el que nos movemos. La esperanza da vida y nos mantiene vivos, con la mirada adelante y las manos construyendo nuestro presente. Y todo ello sigue siendo parte del milagro de nuestra fe apoyados en quien se ha hecho pan para la vida.         

 

 

ORACIÓN:               “Tu buena noticia”

 

 

            Soy consciente, Señor, de que nos movemos en un lenguaje que nos desborda, imposible y cerrado para muchos, pero esto es lo que forma parte de tu mensaje, de tu novedad, de tu buena noticia. Lo triste es que no lo vivimos con toda su fuerza y convicción, y se nos escapa en el hoy muchas de sus consecuencias que no sabemos vivir en toda la fuerza de su verdad, por lo que muchas veces nosotros mismos no hacemos creíble lo que decimos creer. Y de nuevo necesito defenderme de mí mismo y de los otros, que no de ti. Somos hijos de ese ambiente que nos arrastra y dificulta. O hasta impide o lo intenta, el que lo vivamos. A veces por miedo y a veces por seducción. Todo fruto de nuestra debilidad. Pero sé que estás ahí, y que tu fuerza sigue estando de mi parte, y que al final no son sólo mis fracasos sino mi deseo de mantenerme en pie lo que me alimenta y mantiene vivo. Por eso, más allá de mis limitaciones, me aferro firmemente a ti y espero.          

 

 

CONTEMPLACIÓN:            “Pájaro invisible”    

 

 

Como el rayo rasga e ilumina

la oscuridad del horizonte;

como el viento dispersa

las oscuras nubes,

y descubre los destellos

de una luz esperada

que desvela un cielo

de sorprendentes colores,

tu palabra lo llena todo

de una vida incontenible

hasta convertir en realidad

ese sueño anhelado

que hace vibrar mis entrañas.

Y el canto de un pájaro invisible

es capaz de transformar

mi vida en melodía de esperanza.

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