Sábado de la Semana 5 de Cuaresma – 3

CUARESMA

 

Sábado 5º

 

 

LECTURA:                “Juan 11, 45‑57”

 

 

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?»

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisaran para prenderlo.

 

 

MEDITACIÓN:                  “Buscaban a Jesús”

 

 

            Culminamos todo ese discurso con el veredicto final. Jesús va a ser culpable de anunciar el amor der Dios y de vivirlo, y cumplirá la sentencia del que da su vida, hasta las últimas consecuencias. Es triste ver el cinismo, los intereses y la cerrazón que se contempla en todo el proceso, pero es algo que seguimos palpando, y ante lo cual se nos va pidiendo nuestra opción, nuestra postura, nuestra respuesta. Porque no podemos permanecer indiferentes, o nos ponemos en un lado o en otro, pero con todas las consecuencias. Por eso el proceso y la respuesta a la llamada a la conversión que recibimos en esta cuaresma no es baladí.

 

            Inmersos en ese clima me parece que esta frase nos invita a asumir la postura crucial, esencial, ante su persona y su mensaje. Y  no se trata de repetir, como estamos recordando, se trata de dar un paso hacia dentro en todo lo que afecta a nuestro ser. Aquellos hombres buscaban a Jesús. Unos por curiosidad, otros por morbo, como decimos hoy, y otros para matarle. También alguno con buena voluntad pero con mucha fragilidad, tal vez como muchos de nosotros.

 

            Y para nosotros hoy, en la realidad que nos ha tocado vivir, éste es el reto: hacer de nuestra vida una búsqueda continua de Cristo, es decir, un abrirnos cada día con ilusión y fuerza renovada a su persona, a su palabra. Salir al encuentro del que ha salido y sigue saliendo cada día a  nuestro encuentro con su palabra, con su eucaristía, con su Espíritu. Sigue siendo el Dios con nosotros que se quiere hacer compañero de camino con el que llevar nuestras cruces. El Dios de nuestra esperanza, de horizontes abiertos, del amor fiel posible, de un nuevo hombre y una nueva humanidad posible donde nadie sea degradado, ni eliminado, donde se reconozco la dignidad de todos. En Jesús nos encontramos con lo más noble del ser humano, de las relaciones de servicio mutuo, de la búsqueda de que todo sea más limpio y luminoso. Lo mejor de la humanidad se condensa en él.

 

            Pero todo eso molesta. Y es mejor matarle. Por eso ni hoy es indiferente. Hasta los que dicen no creer quieren eliminarle en su persona y en sus seguidores, que sin somos infieles mal y si somos fieles peor. A lo mejor tenía razón el sumo sacerdote todavía en el hoy de nuestra historia, y es necesario que uno siga muriendo para que no nos complique la vida, para que no tengamos que plantearnos el bien, ni llamarnos hermanos, ni rendir cuentas a nadie de nuestros desmanes. Pero para nosotros todo esto es reto, llamada, invitación. En este momento crucial de nuestra historia, afiancémonos en él con todas las consecuencias, sigamos intentando abrirnos al amor de un Dios que nos ama y sigamos poniendo nuestro grano de arena, en nuestra vida personal y en nuestra historia para ayudarle a hacerlo posible.

 

            Que en esta cuaresma que llega a su fin, cuando vamos a revivir los acontecimientos centrales de nuestra fe, de nuestra salvación, seamos capaces de mirarle desde lo más profundo de nuestra verdad, para seguir cooperando en la historia de nuestra salvación.        

 

 

ORACIÓN:                “A ti te busco”

 

 

           Estamos adentrándonos en el misterio de nuestra salvación gestada en el dolor y el rechazo. El hombre parece que no necesita ser salvado y elimina a los salvadores. Pero entonces, Señor, quien nos salva. Quién nos salva de nuestros odios, de nuestras violencias, de nuestras superficialidades y vacíos. Quién nos salva de nuestras desesperanzas y visiones raquíticas e interesadas. Quién  nos salva de nuestras indolencias, de nuestras cobardías, de nuestras injusticias flagrantes y de las negaciones de nuestra dignidad. Quién nos salva del absurdo de nuestra inhumanidad. Quién nos levanta de nuestra mera animalidad, quién purifica y eleva nuestro pensamiento. Quién… Y medio de todas éstas y muchas más preguntas que no queremos hacernos, tú, Señor, sólo tú has respondido. Sé que mi respuesta a ti no tiene toda la fuerza que debía. Sé que hasta puedo ser culpable de que no se te conozca en toda tu belleza, por mi pobreza y la de quienes nos llamamos cristianos. Pero en ti, sólo en ti espero, a ti te busco, a ti te amo y desde ti voy aprendiendo, lenta y torpemente, a amar. Porque sigo creyendo, a pesar de todo, y desde ti, que el amor, tu amor, es el que nos salva.

           

 

 

CONTEMPLACIÓN:                 “Estar contigo”

 

 

Has pintado de luz

la bruma de mis días.

Le has puesto un cielo

a mi tienda de barro,

y le has abierto ventanas

a mis viejas paredes.

Has puesto vida

donde sólo había muerte,

y puedo ya contemplar

tu amanecer y el mío.

Y no me siento perdido,

porque me has encontrado,

y solo anhelo buscarte

para estar contigo.

 

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