CUARESMA
Sábado 1º
LECTURA: “Mateo 5, 43‑48”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y aborrecerás a tu enemigo.
Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»
MEDITACIÓN: “Sed perfectos”
Esta frase nos suene siempre bastante fuerte porque la vemos inalcanzable o, tal vez, porque, sin más, nos suena a esfuerzo, y eso ya nos pone un poco nerviosos. Si, puede ser que a nivel humano la perfección no sea posible, y más cuando palpamos la realidad personal y la que nos rodea. Pero, ¿tendremos que negarla como proyecto, como objetivo? O ¿no será, en realidad, que preferimos no plantearla siquiera porque nos pone en evidencia o porque preferimos desistir antes de comenzar? Sí, la perfección aquí no es posible, a veces, ni el medio bien, pero no podemos eludirla como meta a alcanzar.
Soy consciente, por experiencia, de que no puedo eludir mi pobreza en ese camino de perfección, pero tampoco puedo entender el rechazo que, a veces, provoca esa llamada, ese proyecto de vida que nos ofrece Dios, y más especialmente en los bautizaddos.
Tampoco sé, aunque las intuyo, por qué nos empeñamos en mantener siempre esas distancias entre las dimensiones materiales y físicas de nuestra vida, y las que afectan a nuestro propia realidad de ser. Nadie se asusta, al menos nadie que sea responsable, y valore y descubra la importancia de las cosas bien hechas, de que las cosas que fabricamos sean lo más perfectas posibles. Y hasta tenemos una selección de calidad en todas las empresas que desechan lo que no está bien, lo que no está perfecto con respecto a su proyecto. A nivel técnico pedimos cada vez más perfección, y se hacen colas tremendas para conseguir el nuevo modelo más perfecto del último aparato surgido. Algo que, por una parte, dice que la perfección no se da, pero que se sigue buscando el conseguirla lo más posible. ¡Y eso es estupendo! La capacidad creadora del hombre es inmensa y sorprendente.
Pero, precisamente desde ahí, siempre me he preguntado, y conmigo muchos, por qué no ponemos el mismo baremo, el mismo listón, el mismo deseo de perfección, en lo que afecta a nuestras personas, a nuestros valores, a nuestras actitudes, a nuestra forma de construir relaciones, humanidad, a nuestra realidad de trascendencia. Por qué ahí nos seguimos arrastrando, y da la sensación de que hasta retrocediendo. Por qué nos planteamos objetivos en nuestras acciones materiales, y gracias a ellos avanzamos, y por qué no los planteamos a nivel de nuestro propio ser. Por qué somos capaces de abrir esa brecha entre lo material y lo esencial, sin ver o captar las consecuencias que de todo ello se deriva y padecemos, y que nos está llevando a una especie de esquizofrenia existencial y colectiva que nos rompe a todos los niveles.
Y desde ahí surge la llamada de Jesús a trabajar nuestra armonía existencial, nuestra búsqueda total y plena de perfección, nuestra capacidad de unificarnos con Dios, con nosotros mismos, con los otros, con la creación.
No, Jesús, no nos ofrece imposibles. Nos ofrece un proyecto de vida que confluye en el sentido de lo que somos y para lo que hemos sido creados. Nosotros no creemos en lo casual, creemos en el Amor creador de un Dios del que hemos salido y al que estamos llamados a volver. Somos hechura divina, a pesar de la miseria de la que hacemos gala y, a veces, tristemente, con orgullo inconsciente, que no pasaría nada si no fuese capaz de generar tanto sufrimiento inútil como genera. Es fruto del vacío de la fe o ante una fe de la que muchas veces no sabemos aplicar todas sus consecuencias en nuestra vida. Pero, Dios sigue llamando a nuestra puerta en Jesús, y seguimos teniendo un tiempo maravilloso por delante para asomarnos a él y seguir creciendo en calidad. Es una buena noticia ¿no?
ORACIÓN: “Construir mi vida”
Señor, cuando te oigo me da un poco de vergüenza de mí mismo, y me da tristeza esta humanidad contradictoria que no sé hacia dónde quiere caminar. Por una parte nos enorgullecemos de las grandes afirmaciones que hacemos y cartas de derechos que elaboramos, pero luego se nos esfuman entre los dedos. Firmamos y firmamos papeles y acuerdos, y los volvemos a firmar, creo que nunca se ha firmado tanto, pero como hoy nada dura, pues también parece que las firmas se esfuman y los acuerdos se borran o se diluyen. Y lo digo también de mí, porque en mí también, aunque sea a nivel pequeño, se dan esos proyectos que se diluyen y que tengo que estar reafirmando continuamente. De todos modos, te doy gracias, Señor, porque en medio de todo eso, en medio de mis paradas y bloqueos, y de mis reales o aparentes imposibilidades, mantienes vivo mi deseo de construir mi vida, de ser dueño de ella, de sacarle lo mejor, no desde el capricho, sino desde su hondura. Me alegra poder saber que mi vida es factible de crecer, de madurar, de trascender lo que yo no alcanzo. Todo ello me habla de un potencial de mi ser hombre que me dignifica y me identifica como ser humano, y saberlo de ti es una bendición. Gracias, Señor. Ayúdame en el empeño, y que las dificultades no apaguen mi deseo.
CONTEMPLACIÓN: “De ti”
De ti arranca
la fuerza de la vida.
De ti viene la luz
que me permite ver
tu hondura en mí.
De ti surge
la esperanza cierta
de que algo mejor es posible.
De ti nace el empeño
de empujar la vida.
De ti, sólo de ti,
fluye la frágil fuerza
de mi amor
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