TIEMPO ORDINARIO
Sábado 27º
LECTURA: “Lucas 11, 27-28”
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él repuso: Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!
MEDITACIÓN: “La cumplen”
Sí, al final se trata de eso. No sé por qué siempre nos quedamos a medio camino, si es por falta de convicción, por comodidad, por incapacidad, por cobardía, por incoherencia. Y eso, al final, nos deja insatisfechos con nosotros mismos. Pasa con todas las cosas cuando las dejamos a medias. Un trabajo no terminado, una decisión que no terminamos de darle cuerpo y alargamos eternamente, un deseo que sólo se queda en eso. Empezar las cosas, pensarlas, gustar sus posibilidades, es fácil, darle cuerpo, hacerlas realidad es harina de otro costal.
Por eso, podemos entender bien esta bienaventuranza de Jesús. En el aspecto más humano cuando culminamos algo que nos ha supuesto esfuerzo, nos sentimos satisfechos con nosotros mismos, felices de culminar la obra. Y eso lo palpamos con claridad cuando nos asomamos a Dios. Hacer afirmaciones espiritualistas, dejarnos emocionar por el mensaje, no es difícil. ¡Cómo va a ser difícil escuchar algo que esponja lo más auténtico de nosotros!, pero como dice Jesús, en otro lugar, luego vienen las circunstancias que sean y nos arrebatan, con una facilidad pasmosa, todos los deseos teóricos que teníamos.
Si, no basta con el entusiasmo de aquella mujer, ni con el nuestro. Escuchar la esperanzadora palabra de Jesús supone poner los medios para hacerla realidad, para cumplirla, para darle forma, concretarla. Ése es nuestro reto de cada día. Y, en ese empeño, como nos decía el mismo Jesús ayer, no estamos solos, ni siquiera acompañados, poseemos la misma fuerza de Dios, la fuerza de su Espíritu derramada en nuestros corazones, para hacerla realidad.
Jesús no nos habló nunca de facilidades, al contrario, en eso sí que puso a los suyos y a nosotros sobre aviso. Pero, al mismo tiempo, nos habló de su presencia, de su hacer el camino con nosotros y, esto, lo debemos de tener muy claro, porque a Jesús y su mensaje del Reino sólo lo podemos hacer visible con nuestra vida y caminando puesta la mirada en él.. Lo sabemos y la tarea es la de llevarlo hasta las últimas consecuencias con fuerza, con convicción, con alegría.
ORACIÓN: “La fuerza de mi debilidad”
Señor, gracias por seguir empujando mi vida, mi seguimiento. Puede ser que a estas alturas de mi vida mis actitudes tuviese que tener mucho más peso y mi coherencia ser contundente y visible. Y, sí, creo que está ahí, pero tú sabes que ligada, mezclada con mucha cizaña que tú también dejas crecer en mí, tal vez porque si la arrancas del todo se irían con ella retazos de mí mismo. Señor, sólo te pido que sigas estando ahí, que no dejes de hacer resonar siempre tu llamada a la puerta de mi corazón, que me sigas acogiendo en tu misericordia, porque todo ello es la fuerza de mi debilidad, el modo de no dejar de seguir caminando hacia ti y de hacer posible que mis obras, acabadas o no, sigan dejándose tocar por la fuerza de tu palabra de amor.
CONTEMPLACIÓN: “Dichoso”
Sí, me siento dichoso
aún en medio de mis lagunas.
Me siento dichoso
porque has entrado en mi vida,
porque tu palabra
sigue resonando en mí,
porque te siento caminar a mi lado
aunque, a veces, yo me aparte.
Pero tú eres fiel,
y mantienes mi empeño y mi esperanza;
y, todo ello, sí, me hace dichoso
aun en medio de mi fragilidad.
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