TIEMPO ORDINARIO
Sábado15º
LECTURA: “Mateo 12, 14-21”
En aquel tiempo, los fariseos, al salir, planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.
Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones».
MEDITACIÓN: “Curó a todos”
En medio de ese clima desolador que te rodea. En medio de ese empeño de acallarte
porque molestas, antes igual que ahora, me llama siempre la atención tu actitud. No dedicas tiempo a las quejas y los lamentos, y mucho menos a las condenas, simplemente sigues tu camino y continúas ofreciendo vida, ofreciendo sanación a todos.
Me parece una lección preciosa que, la verdad, no es fácil de llevar a efecto. La primero reacción que tenemos ante los posibles rechazos es la de mirar con malos ojos y quejarnos de tanta maldad, a pesar de saber que con eso no conseguimos nada. Las palabras no sirven de nada o de casi nada para el que está empeñado en el mal, y lo único que queda es seguir haciendo el propio camino allí donde somos acogidos. La libertad, hasta la libertad para el mal, no pasa por el enfrentamiento, sino por seguir haciendo el bien donde es posible, convencidos de que esa es la mejor forma de sembrar, de seguir siendo constructores de humanidad.
Es cierto que nos somos de piedra, que las cosas nos duelen y nos desconciertan, y hasta podemos sentir la tentación de responder con la misma moneda, pero ahí entras tú, Señor, con tus actitudes como referencias para mi vida. Al fin y al cabo, a donde tengo que aprender a mirar, a quien tengo que aprender a imitar, es a ti. Las consecuencias tal vez no sean las más cómodas, según el ámbito en el que nos movemos y las ideas que parece que predominan, pero no cabe duda de que son las únicas que me dirigen y me hacen abrirme a la posibilidad de algo diferente, de algo mejor, de algo que me abre horizontes de auténtica humanidad. Puede ser un sueño, pero el día que nos quiten esa posibilidad de soñar habrá acabado nuestra posibilidad de vivir con plena dignidad y, contigo, me resisto a ello.
Tu palabra, Señor, cura, sana, abre y ofrece vida, lo mejor de la vida, estoy seguro que dadas mis limitaciones, mis condicionamientos, mi debilidad, mis miedos y miles de circunstancias que me lo dificultan, nunca llegaré aquí a conseguirlo como desearía, pero quiero seguirte, quiero escucharte, quiero seguir experimentando tu fuerza sanadora en mi vida, quiero seguir aprendiendo a vivir contigo y desde ti.
ORACIÓN: “Alentando mis pasos”
Señor, gracias porque no me rehúyes, porque a pesar de tantas respuestas que no están a la altura de la fe que digo tener, tú sigues saliendo al encuentro de mi vida y tu palabra me sigue resonando como llamada de amor, como palabra sanadora de todo lo que me impide avanzar, y como horizonte abierto que me sigue mostrando lo mejor que se mueve en mí. Gracias por ello, Señor. Y sigue alentando mis pasos, sigue manteniendo encendida la llama de mi débil fe, que no se apague, y sea la que me siga permitiendo avanzar, crecer, desear responder de ti, no dejar de buscarte, de anhelarte e, incluso, anunciarte; no, tal vez, por la grandeza de mis gestos, sino por referencia continua a mi necesidad de ti.
CONTEMPLACIÓN: “La fuerza del amor”
Firmes son tus pasos
y nada detiene tu andadura.
Firmes tus palabras y tus gestos
que saben lo que construyen
y hacia dónde se dirigen.
Y en esas palabras y en esos pasos,
hechos de la fuerza del amor,
me apoyo en mi frágil firmeza,
para construir mi historia.
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