TIEMPO ORDINARIO
Lunes 13º
LECTURA: “Mateo 8, 18-22”
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un letrado y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió: Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
Otro que era discípulo, le dijo: Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre. Jesús le replicó: Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.
MEDITACIÓN: “Primero…”
Tal vez sea un poco cortante quedarme con una palabra y, en teoría, tan anodina, pero me parece significativa. Es una palabra que aparece muchas veces en boca de Jesús, el lunes pasado también hacíamos referencia a ella. Y me parece especialmente significativa en el tiempo que nos toca vivir.
Puede ser que nos parezca un texto con una afirmación dura, y que además ha llevado en su intento de literalizarla, a asumir actitudes, especialmente en congregaciones religiosas, poco humanas en ciertas épocas, pero que lógicamente no podemos enjuiciar porque así se sentían sinceramente.
Pero no, Jesús en su contexto y en el nuestro quiere, una vez más, que vayamos descubriendo el orden de las cosas, precisamente para que seamos capaces de humanizar nuestra realidad desde las raíces. Porque hay prisa. Jesús tenía prisa porque su estancia era breve en la tierra, pero sigue teniendo prisa porque la tarea de humanización sigue estando lejos de ser la que marque la prioridad de nuestras relaciones, y a la vista está.
Por eso, vuelve a ser el momento de darnos cuenta de que “lo primero”, es el reino de Dios y su justicia, que corre prisa, si no queremos seguir destruyéndonos. ¿Pesimista?, que cada uno valore. Pero no, desde Jesús no podemos ser pesimistas, sino esperanzados, pero por eso tenemos que sentir la urgencia de meternos de lleno en lo que es primordial, en su seguimiento, garantía de que todo lo que arranque de ahí no hará sino a ayudarnos a aumentar nuestra sensibilidad.
Cuantos “primero déjame que…”, arregle mis cosas, que acabe los estudios, que encuentre el trabajo…, o lo que sea, ante una invitación al seguimiento vocacional de Jesús, para seguir dando largas a algo que no termina de llegar, medio jugando al quiero y no quiero. Cuantos “primero déjame que…”, para seguir alargando indefinidamente nuestros gestos de perdón, o de solidaridad, o de compromiso con la parroquia o con lo que sea, porque el punto de arranque está excesivamente cerrado en nosotros.
Y tú, Señor, empeñado en que alarguemos la mirada, a que proyectemos el corazón, lo primero, porque de ahí está llamado a surgir y a cambiar todo para bien, no sólo mío sino de todos. Y eso no es sino consecuencia de mi ser de bautizado, algo que tal vez tengo que redescubrir para enterarme, de verdad, qué o quién debe ser lo primero, el primero. Y si lo sé ¿por qué me cuesta tanto dar el paso?
ORACIÓN: “En la línea correcta”
Señor, sé que no es ninguna tontería, sí tuviésemos siempre claro cuál es el orden de prioridad de las actitudes, cambiarían muchas cosas. Y si tuviésemos el coraje de vivirlas con coherencia, más aún. Y ésa es la clave. Yo pienso que tengo las prioridades claras, pero no siempre tengo la voluntad clara de vivirlas así, por miles de circunstancias y condicionamientos que se entrecruzan en el camino de mi vida, y a la que en muchas ocasiones no sé dar o no soy capaz de dar la respuesta adecuada. Por eso, Señor, no puedo sino pedirte que, al menos, no pierda la referencia, que tenga siempre presente qué es lo que debe estar en la base de mis actitudes, en el arranque de mis gestos, porque eso sé que me dará luz para caminar en la línea correcta, aunque gran parte de las veces sea desde la llamada a la conversión. Que no pierda esa luz, Señor.
CONTEMPLACIÓN: “Cuántas veces”
Cuántas cosas me quieren alejar
de tu llamada al amor.
Cuantas voces, de dentro y de fuera,
me quieren llevar por caminos
que no son tuyos ni míos,
como empujado por la corriente
que arrastra las piedras del río. .
Cuántas veces mis pasos
han tomado rumbos diferentes
por lugares que no dan felicidad,
y han probado frutas prohibidas
que no sacian el corazón.
Cuántas veces olvido
que sólo tú puedes ser el primero
para llenar de sentido mi vida,
saciar mi hambre profunda,
y poner calor en mis entrañas.
Y tú me lo recuerdas,
y yo, necesitado, lo pido.
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