Domingo 15 T.O. B

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TIEMPO ORDINARIOCICLO B

Domingo 15º B

LECTURA:           “Marcos 6, 7‑13”

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.

Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 

MEDITACIÓN:            “La conversión”

 

 

            Sigo teniendo la sensación de que cuando escuchamos esta palabra fuera del tiempo cuaresmal nos suena como sacada de contexto. Y la verdad es que es una pena que lo sintamos así porque casi la hemos reducido a ese espacio. Y, sin embargo, es la palabra clave que conforma la llamada de Jesús en el comienzo de su actividad, es el mensaje que manda llevar a los suyos, y es la palabra que resuena en el inicio de la andadura de la Iglesia cuando, en pentecostés, Pedro empieza a anunciar el mensaje de salvación traído por Cristo.

            La conversión no es algo que está solamente en el inicio de la andadura de nuestra fe. Es la actitud continua que estamos llamados a asumir, como llamada a mantener nuestro corazón vuelto constantemente ante el Señor, cuando tantas realidades, tantas situaciones que atravesamos, internas y externas, tienden a llevarnos por caminos diferentes o, simplemente, a ralentizar nuestro seguimiento.

            Vivimos tiempos recios en todos los sentidos, lo repetimos y lo experimentamos con toda su fuerza. Y eso a veces nos desanima, nos desorienta y nos entristece. Pero tenemos que aprender a vivirlos como tiempos de esperanza. Son tiempos de llamada a la fidelidad, a purificarnos de todo aquello que no es de Jesús, a ahondar en nuestra fe, en nuestra oración, a despertar nuestros deseos de ser más coherentes y de ser portadores, testigos de nuestra fe y de nuestra esperanza, allí donde estamos y con los que estamos.

            Cuando percibimos, tristemente, el distanciamiento o abandono de muchos bautizados, cuando percibimos, la pérdida de fuerza y la acomodación de muchos consagrados, es el momento de volver la mirada a Cristo, al evangelio, a la fuente de nuestra fe, para reafirmarnos en ella. No es el momento de las lamentaciones. Siempre ha habido y seguirá habiendo quien no acoja el mensaje y quien nos desprecie, y nuestra respuesta deberá seguir siendo nuestra coherencia para poder seguir ofreciendo la belleza de Dios que se nos ha manifestado en Cristo. Y ahí nuestra actitud continua de conversión está llamada a ser nuestra luz y nuestra fuerza.         

ORACIÓN:          “Convirtiéndome a ti”

 

 

            Señor, tú me sondeas y me conoces, y sabes de mi fuerza y de mi debilidad; sabes de mis intentos frustrados y también de mis aciertos; sabes de mis luchas y de mis rendiciones fáciles; sabes de mis miedos, mis inseguridades, de mis paradas, pero también de mis deseos. Sí, también soy de los que a veces lo veo todo negro y me desanimo, pero tú me sigues descubriendo los retos del momento, la ilusión necesaria para responder y ofrecer lo mejor de mí, que es lo mejor de ti, todo lo que tú has puesto en mi vida. Ayúdame a sentirme enviado, como aquellos discípulos. Ayúdame a sentirme primero atraído, acariciado, amado por ti; para que puede ofrecer y hablar no sólo lo que sé sino lo que siento de ti. Gracias, Señor, por seguir convirtiéndome a ti.         

 

CONTEMPLACIÓN:              “El latido de tu amor”

 

 

Hacen falta pocas cosas

para seguirte a ti.

Y son ellas las que casi siempre

dificultan mi conversión,

mi seguimiento gozoso de ti.

Hace falta solo un corazón

abierto, Ilusionado, generoso,

que se aprende entrando en el tuyo,

poniendo la mirada en ti,

palpando el latido de tu amor.

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