VIERNES V DE PASCUA
LECTURA: “Juan 15, 12‑17”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
MEDITACIÓN: “Como yo”
Esto nos mandas, que nos amemos. Qué fácil y qué difícil. El caso es que todos anhelamos ser amados. Necesitamos sabernos y sentirnos queridos. Reconocemos la fuerza que tiene el amor como motor para hacer avanzar la historia. Pero a la hora de la verdad se nos convierte como en una especie de lastre pesado, como una especie de muro contra el que nos estrellamos, y vemos que el amor hace agua por muchos lados. Lo que mejor hemos conseguido es vulgarizarlo, reducirlo a mera descarga física, a algo tan frágil y pasajero como sea el que dure la capacidad de aguantarnos unos a otros o de sentir cierta atracción o placer, y eso, por mucho que nos empeñemos no es amor, aunque, tal vez, tampoco nos importe demasiado.
Frente a esa caricatura de amor, tú nos invitas a amarnos pero, con un punto de referencia, como tú. No es comparable la intensidad, sino el modo. Jamás podremos amar como tú, pero si podemos intentar hacerlo a tu estilo. Un amor que tiene estilo de regalo, de fuerza que se vuelca sobre los demás porque sí, porque ha encontrado que los demás son motivo de donación por el mismo hecho de ser. Salir al encuentro del otro, como lo hacías tú. Ser capaz de mirar el corazón de los otros, su dignidad profunda y no sólo su caparazón y lo que su pobre naturaleza le hace manifestar. Ser capaz de entrar en la hondura de la humanidad para ayudarle a descubrir su tremendo valor y dignidad. Ser capaz de poner la vida en juego, para contribuir a generar, a ser portador, de gestos de vida, como tú.
Ahora no tengo disculpas, me basta con mirarte para entender o al menos atisbar, cómo es el amor al que me llamas.
ORACIÓN: “Como tú”
Gracias, Señor, por tu amor volcado en mil gestos y maneras. Gracias por el amor que me ha vinculado a ti y que me sigue atrayendo, como única fuerza a la que merece la pena seguir, aunque sea muy, muy de lejos, con tropiezos y caídas continuas. Gracias, porque a pesar de todo ello sigo percibiendo tu amor, tu misericordia, tu mirada cargada de ternura.
Ayúdame y enséñame a amar como tú. Ayúdame, aunque sea, a no dejar de tener siempre la mirada puesta en ti, para que no olvide nunca, cómo tengo que amar.
CONTEMPLACIÓN: “Amigo del alma”
Te has fijado en mí
y has volcado
el agua fresca y fecunda
de tu amor.
Así me introduces
en el ámbito de lo tuyo,
no me miras de lejos,
sino desde dentro,
y te puedo llamar amigo.
Al estupor que me causa
tu grandeza y tu delicadeza
quiero responder,
amigo del alma,
desde mi amor herido y frágil,
amando contigo,
amando, si tú quieres,
y me enseñas,
como tú.
Deja una respuesta