TIEMPO ORDINARIO
Miércoles 24º
TEXTO: “Lucas 7, 31-35”
En aquel tiempo, dijo el Señor: ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: «Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis» Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores». Sin embargo, los discípulos de la Sabiduría le han dado la razón.
MEDITACIÓN: “¿A quién se parecen?
A quién nos parecemos. A quién me parezco. ¿A ti? Sí, damos esa sensación. Pero muchas veces nos parecemos a niños caprichosos. Te pusimos un rostro duro, que todo y por todo castigaba y te terminamos rechazando. Hemos descubierto tu rostro misericordioso, pero tampoco nos sirve. Sea como sea nos resultas molesto y preferimos volver la mirada, y mirarnos a nosotros mismos.
Cuando algo no nos interesa nos agarramos a lo que sea para prescindir de ello. Y cuando no hay puntos de referencia, o cuando ese punto lo situamos en nosotros mismos, tarde o temprano difuminamos la realidad, la rebajamos o, en el peor de los casos la degradamos. Y no es una afirmación gratuita.
Y tú, Señor, que quisiste parecerte a tu Padre, nos vuelves a invitar a mirarle a él, para como tú, ser capaces de entrar en la corriente del amor, de todo lo que nos acerca, de todo lo que nos humaniza, de todo lo que nos hace sentirnos familia, hermanos, humanos, sin caprichismos.
Yo no soy capaz de decir a quién me parezco, y sé muy claramente a quién lo hago muchas veces, muy a pesar mío. Pero te doy las gracias por tu empeño en ponerte frente a mí como referencia, como estímulo, como fuerza.
ORACIÓN: “Parecerme a ti”
Al decir esto, tal vez muchos se rían de mí, Señor, porque me conocen y por mi ingenuidad. Pero si he de parecerme a alguien, me quiero parecer a ti. No, no se trata de dejar de ser yo. No se trata de anularme y convertirme en un imitador. Quiero parecerme a ti en mi capacidad de ser don para los demás. De caminar con los ojos abiertos y el corazón disponible. De poner en juego lo mejor de mí a pesar de todas las dificultades y rechazos. Quiero parecerme a ti, porque quiero ser tan humano como tú. Ayúdame.
CONTEMPLACIÓN: “Creo y espero”
Vuelvo la mirada hacia mí
y descubro las sombras
de mis deseos
truncados por miedos
y superficialidades.
Y a veces ni yo mismo
me reconozco en ellos.
Y ante tu palabra de vida,
y ante tu llamada firme
hambreo, Señor,
parecerme a ti.
Y tú me dices que puedo,
y yo, Señor, creo y espero.
Deja una respuesta