Después de los capítulos relativos a la doctrina ascética sigue otro grupo relativo a la oración. Es una sección perfectamente homogénea desde el punto de vista del tema, como del vocabulario y el estilo.
Empieza bruscamente con el cap. 8 sin introducción ni preparación de ninguna clase, ni texto alguno de la Escritura que como de ordinario fundamente, ilustre o justifique lo que va a decir. Por otra parte tanto su vocabulario como en el estilo difieren con el conjunto de la RB.
Abundan, según los peritos, en estos capítulos sobre todo en los 8-18 vocablos y modismos del latín vulgar. Esto nos está inclinado a pensar que nos encontramos con texto anterior a la composición de la RB y que al redactarse esta, pasó tal cual a la misma como parte propia. Y esto se ve confirmada por el cap. 47 que es una adicción al grupo, para aclarar ciertos pormenores que habian quedado indeterminados. Así como también por los títulos de los capítulos que integran la sección. En esta sección no se encuentra ni una sola vez la expresión “opus Dei” que es como se designa el Oficio Divino en otros capítulos de la Regla.
En los textos más primitivos el término “opus Dei” designa toda la vida espiritual del monje, e incluso simplemente la vida monástica. Luego poco a poco fue limitándose el alcance de su significado hasta indicar solamente la vida de oración organizada en torno a la lectura de la palabra de Dios, la salmodia y la plegaria silenciosa.
Este es el sentido que tiene en la RB. En ella no sólo se da a la Obra de Dios una marcada preferencia sobre todas las ocupaciones del monje: “nada se anteponga a la obra de Dios”, sino que dedica a reglamentarla una séptima parte de su contenido.
La actual división en capítulos resulta bastante ficticia e inadecuada y no responden al escrito original. Un estudio minucioso de este punto ha demostrado que los capítulos 8-18 podrían reducirse a dos títulos: 1º los oficios divinos de la noche (8-14) y 2º los oficios divinos durante el día (16-18). El actual cap. 15 sobre el uso del aleluya podía ser como un apéndice del primer grupo.
Por tanto es probable que los cap. 8-18 formaran un todo desprovisto de título o diferente de los actuales. Podría ser el cursus de los monjes anteriores a la redacción RB.
Parece claro que para comentar esta sección litúrgica de la Regla, hay que prescindir de los títulos de los capítulos. La importancia resalta de su mismo volumen y del cuidado minucioso como reglamenta cada una de las partes del Oficio, y del lugar preeminente que ocupa en la Regla, inmediatamente después de la sección doctrinal y por delante de la parte legislativa propiamente dicha.
El lector moderno puede quedar perplejo ante este cursus benedictino al que se le escapan aspectos importantes pero que para los primeros destinatarios del mismo resultaban evidentes. Así no encontramos ninguna mención a la oración silenciosa que seguía a los salmos, ni de las oraciones sálmica, salvo la referencia casi segura del cap. 20,5:”la oración en comunidad abréviese en todo caso, y cuando el superior haga la señal, levántense todos a un tiempo”.
La ausencia de una introducción doctrinal, puede resultar más problemática. S. Benito está de tal modo sumergido en la vivencia de la oración alimentada por la Biblia y por la tradición monástica, hacia la que oriente a los monjes en el cap. 73, que ni siquiera se ha preocupado de dar una síntesis.
Pero no obstante a través de toda la Regla, encontramos indicaciones que para nosotros resultan reveladoras de una mentalidad determinada; 1º la importancia de la obra de Dios en la vida del monje, 2º Su configuración con Cristo. La oración no puede ser concebida al margen de la oración de Cristo, que como S. Agustín enseña y que S. Benito necesariamente tenía que conocer, los salmos son la oración de Cristo que ora en nosotros. El la Cabeza junto con sus miembros, el Cristo total. Y 3º Que aunque no explica en estos capítulos el misterio de la comunión de los hermanos, en el transcurso de la Regla encontramos indicios muy significativos de su importancia.
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