La historia es la mejor prueba de cómo a pesar de su antigüedad, sigue la RB siendo plenamente actual. Y ¿por qué? Con las debidas salvedades se la pueden aplicar las palabras del Señor: «mis palabras son espíritu y vida». Cierto que muchos pasajes y capítulos enteros, como hemos visto en la explicación que hemos hecho, han perdido actualidad al no responder ya su letra a las exigencias y estilo de nuestro mundo de hoy.
Pero como varias veces he dicho, sigue vigente su espíritu que hay que buscarle debajo o mejor por encima de la letra. Esto explica su perennidad, que no se erosiona con el paso del tiempo
La regla es uno de esos excepcionales documentos humanos en los que un monje o cualquier cristiano puede expresarse con libertad, claridad, firmeza, no encadenando el Espíritu, sino más bien cooperando a su expansión, orientándolo a una consumada plenitud.
En este conjunto de cualidades radica la vitalidad de la R.B. Es ella la que ha permitido que generaciones de monjes, en su búsqueda de Dios, han dejado de lado determinada prescripción que pudiera entorpecer su camino hacia el Señor, para así mejor vivir su espíritu.
No ha faltado alguno que ha insinuado haber sido redactada bajo una cierta inspiración divina. No se trata de una inspiración como la de la Escritura, que convierta a la R.B en palabra de Dios. ¿Pero no ha recibido la Iglesia una promesa especial por parte del Espíritu Santo de su presencia y guía? Esta influjo del Espíritu Santo ha influido en los santos a través de los siglo, promoviendo grandes movimientos de renovación eclesial. Y S. Benito es uno de ellos. Después de XV siglos, su Regla sigue considerándose como una particular expresión del Espíritu Santo. No queremos decir que cada prescripción o consejo tenga una utilidad práctica. Pero se puede pensar que Dios ha dado a su Iglesia por medio de la RB un documento valioso, de gran valor religioso, capaz de llevar a generaciones de monjes e incluso a simples cristianos a familiarizarse con la Palabra de Dios y a santificarse.
Es pues el sello del Espíritu Santo el distintivo de este libro sin que queramos por ello atribuirle una autoridad divina.
Su validez se mide por su conformidad con la palabra de Dios, es decir con la Sagrada Escritura que es su fuente y su piedra de toque. «Siguiendo el evangelio» dice en el prólogo.
El Espíritu Santo habla de diversas maneras a su Iglesia en orden a la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4,16) Pero es a la Iglesia a la que compete declarar cuando una manifestación es del Espíritu Santo o del espíritu humano. Para poder emitir este juicio, ha recibido del Señor el don de discernimiento de espíritu que ejerce a tenor del criterio bíblico: «Por sus frutos los conoceréis». La RB ha sido frecuentemente alabada por los Papas. Pío XII dice que «Benito fue guiado no por un consejo humano, sino divino, por haberle señalado la Providencia una obra especialmente importante.» Implícitamente reconoce la Iglesia que el Espíritu Santo que la gobierna no es ajeno a la elaboración de esta Regla. El magisterio de la Iglesia no puede recomendar una obra en la que no se descubre el sello del Espíritu Santo. A través de esta Regla ha hecho un don maravilloso, santificando a miles de hombres y mujeres a través de los siglos.
Es necesario saber interpretar el lenguaje del Espíritu a través de sus obras. Si la regla es una de sus manifestaciones, y si nadie por otra parte puede afirmar que cada detalle sea una manifestación del Espíritu, nuestra labor es en la medida de lo posible, encontrar las huellas del Espíritu en la Regla.
El buscar las inspiraciones del Espíritu nos ayudará al mismo tiempo a identificar la personalidad espiritual de S. Benito, verdadero «neumatoforo» portador del Espíritu.
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