Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender velozmente a la cumbre de la más alta humildad, si queremos llegar a la exaltación celestial a la que se sube a través de la humildad en la vida presente. (7,5)
De la consideración de las palabras de Jesús citadas en párrafos anteriores se impone una conclusión. Pregunta S. Benito si realmente queremos llegara la cumbre. Es una pregunta para constatar la sinceridad de los deseos del monje.
El monje, al entrar en el monasterio ha dejado muchas cosas buenas y santas en la vida secular, para entrar por el camino de la vida monástica. ¿Se quedará a medio camino sin legar a las cumbres de la caridad por la renuncia que exige?
Viene a decir que si no queremos quedar defraudados nosotros mismos, y defraudar a la Iglesia, no hay otro medio que emprender con resolución el camino de la humildad.
Es preciso recordar lo dije en días anteriores, que tanto Benito como los Padres antiguos, por humildad no están hablando de la virtud de la humildad tal como la entiende la escolástica y que explicará posteriormente por Sto. Tomás. Por humildad se entiende el conjunto de actitudes internas, que permite que arraiguen el corazón las virtudes. Para S. Agustín es el conocimiento propio y deseo de vaciarse a imitación de Cristo, seguirle en esta actitud.
La regla más cierta de toda perfección, dice S. Juan Crisóstomo, es esta: ser humilde. El que es humilde ha llegado de hecho a la cumbre de la perfección. Y esto es debido a que por esta actitud interna el hombre se somete a Dios.
La humildad entendida de este modo, es según Casiano, la fuente y fundamento sólido de todas las virtudes. Es la raíz o la base de la caridad. Es la que favorece el desarrollo de la caridad, destruyendo el obstáculo que impiden su crecimiento: nuestro amor propio.
“No toméis otro camino, dice S. Agustín, para llegar a la verdad. El camino es en primer lugar la humildad, es segundo lugar, la humildad y siempre la humildad. Y cuantas veces me preguntéis, siempre os responderé que es la humildad. El conocimiento propio y deseo de a imitación de Cristo de vaciarse de si mismo, para solo tener la voluntad de Dios”.
S. Bernardo dice que es la humildad el fundamento sólido sobre el cual la virtud es inquebrantable. El edificio espiritual no se arruina, mientras no se quebrante la humildad. Es la que repara nuestras faltas, sólo ella sabe curar nuestras faltas, sólo ella cura las llagas que recibe la caridad.
En la Vita Antonii escrita por S. Atanasio cuenta como un día vio Antonio el mundo lleno de lazos, y esclamó, ¿Quién podrá escapar de tantos peligros? Y oyó una voz que respondía, solo la humildad.
“Es el remedio que cura todas nuestras enfermedades, desgaja todo lo que es superfluo, anima todo lo desecado, corrige todo lo que es depravado”, dice tamben S. Agustín.
En fin, es a través de la humildad el modo de guardar todos los méritos. Por eso también dice S. Agustín: “si la humildad no precede, acompaña y sigue a todo el bien que hacemos, todas las resoluciones que tomamos y todos los deberes que cumplimos, todo se ha perdido”.
De aquí que S. Benito al comienzo de este importante capítulo nos diga si realmente queremos subir a la cima de la caridad tenemos que tomar este camino de la humildad. Si queremos llegar “velozmente” “rápidamente”.
S. Buenaventura también dice que la escala más corta para elevarse a la verdadera devoción, es la escala de la humildad, el estudio más abreviado de la perfección, el camino más directo para llegar a la salvación. Es la base detonas las virtudes.
“Nos conduce rápidamente porque se nutre de todo y hace armas de todo. Lo que parece un obstáculo a las otras virtudes, para ella es un medio. Las humillaciones, las contracciones la fortifican, la vista de su tibieza la inflama, su pobreza la enriquece, la tristeza se convierte en alegría, la muerte se convierte en vida”. (Hugo de San Caro.)
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