La divina Escritura, hermanos, nos dice a gritos: Todo el que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado. Con estas palabras nos muestra que toda exaltación de sí mismo, es una forma de soberbia. (7,1-2)
La verdadera humildad en la corriente monástica primitiva, se define como el espíritu que anima la vida “practica” entera (contemplativa), toda la “disciplina” (observancias monásticas), todos los ejercicios que le conducen a la perfección de la caridad. Pero sobre todo, no hay que olvidar que la tradición monástica, la humildad del monje se identifica con Cristo. En realidad este es el meollo, la trascendencia incalculable de la ·humilitas”, tal como se entendía después de un largo proceso semántico.
Cuando S. Benito escribe la regla, la humildad signficaba la respuesta del hombre a la actitud íntima y profunda de Dios. Era la imitación de Cristo. De aquí que se hubiese convertido en virtud fundamental del monje. Y de aquí también que se tradujera principalmente en obediencia. La humildad de Cristo se expresó en una obediencia extrema a la voluntad de su Padre hasta abrazarse con su muerte y una muerte de Cruz.
La RB pone como piedra fundamental del tratado de la humildad, la máxima del Señor: “Todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Luc, 14,11)
Cada una de las palabras de Cristo, tienen un valor inmenso para los cristianos, Pero estas resuenan al principio de este capítulo con una intensidad particular.
La Escritura nos grita fuertemente. S. Benito nos hace presente esta sentencia y todo el capítulo será una parénesis, una exhortación del Maestro y del Padre. Aparece muy bien colocado al principio del prólogo, y habla con particular convicción a sus hermanos monjes.
Esta sentencia salida de los labios del Señor, tiene consecuencias amplísimas, y su consecuencia suprema se encuentran en la misma pasión y resurrección de Cristo.
Aquí marca la idea fundamental de que se sube al cielo por la humildad, por lo que es muy posible que esto le sugiera la idea de la escala. Resulta evidente que este texto fue escogido para introducir el camino de la humildad a menos que fuera escogido para justificar la figura alegórica ya adoptada de antemano, tal vez inspirada en Casiano. De todos modos resulta evidente que este texto resulta muy apropósito para introducir el capitulo de la humildad.
Sea de esto lo que sea, lo cierto es que los indicios de Casiano, él no habla de grados, se convertirán en grados o peldaños para la ascensión del alma hasta las alturas del amor perfecto.
Paradójicamente nos presenta una escalera en la que se sube en la medida en que se va bajando.
Es evidente que para Benito no se trata de la adquisición de unas virtudes como fruto del esfuerzo puramente humano. Los grados de la humildad los hemos de entender como una obra de Dios, como una pedagogía divina que poco a poco, como al pueblo de Israel en el desierto, nos despoja de nuestras seguridades y nos enseña a confiar en él para podernos llenar de los bienes de la Tierra Prometida.
El orgullo se eleva sobre el vació, ya que toda criatura es vació y nada. No teniendo base alguna para apoyarse, es de absoluta necesidad que se caiga.
El orgulloso es rechazado por Dios. Dios resiste a los soberbios. El orgulloso, mientras lo sea, será rechazado por Dios. No podrá elevarse a la santidad. Cuanto más llenos estemos de nosotros mismos, más lejos estaremos de las virtudes. Así como la humildad es el nivel de la perfección de un monje, así el orgullo es la señal de su alejamiento de Dios.
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