Según los comentaristas, encontramos en este capítulo 7 lo que podemos llamar el meollo de la doctrina de la regla de S. Benito. El núcleo más doctrinal más representativo de la espiritualidad de S. Benito.
Para A. L’Huiller le llama “el capítulo de la teoría”, en el sentido antiguo del vocablo, que designa la contemplación.
En los comentaristas de la RB se advierte cierta perplejidad al abordar este tratado, que la RB llama de la humildad, pero que además de la humildad se tocan temas tan dispares como el temor de Dios, la paciencia, el silencio, la obediencia, la gravedad, la imitación de Cristo.
Cada comentarista pretende explicarlo a su modo, así Delatte dice que S. Benito entiende la humildad como una virtud general, madre y maestra de todas las virtudes, como la actitud que habitualmente adopta nuestra alma delante Dios, delante de de sí mismo y delante de los demás.
Ryeland advierte como la RB no trata la humildad como una virtud en el sentido escolástico, sino como una actitud del alma, una disposición interior profunda y compleja, gracia a la cual el hombre se somete a Dios y al orden de las cosas establecidas por El. Por ello, según este autor, la humildad podía definirse en la RB como la actitud habitual del hombre, que acordándose de Dios, se somete a El y a todo el orden divino con esperanza.
A de Louf dice que no es simplemente una etapa de la vida espiritual, sino que engloba toda la experiencia, tiene a convertirse en experiencia cristiana y monástica fundamental. Basta leer con atención la RB para convencerse de que la humildad es un concepto extraordinariamete amplio.
Es importante insistir en ello, ya que la teología reciente, siguiendo a la escolástica, había reducido mucho el concepto de humildad, queriéndolo hacer entrar en el concepto aristotélico de las virtudes.
Colombás resume estos criterios y definiciones diciendo que “la RB designa con el vocablo “humilitas” una realidad espiritual muy distinta de la que se entiende comúnmente entre moralistas y tratadistas ascético-místicos de occidente, porque a pesar de todos los estudios de la teología positiva, no acabamos de desprendernos de este concepto estrecho y nada conforme con la tradición bíblica y patriótica, que ve la humildad como una virtud del apetito irascible, que refrena los deseos de la propia grandeza, haciéndonos conocer nuestra pequeñez ante Dios. Así Sto. Tomás en su propósito de mantenerse fiel al pensamiento helénico, quiere hacer entrar el concepto de esta virtud específicamente cristiana en el marco de la antigua clasificación de los hábitos morales, considerándola solamente como remedio a los apetitos del orgullo, como una subdivisión de la modestia, la cual a su vez es parte de la virtud de la templanza.
Mientras no logremos desprendernos de estos esquemas, no podremos entender el itinerario espiritual que contiene el cap. VII de la RB. Por el contrario la escala de S. Benito abarca la trayectoria completa de la vida humana.
Hay que resaltar el dinamismo interno de la exposición doctrinal de la RB, en función de su objetivo final: la caridad perfecta que ahuyenta el temor. Y también conviene tener presente que el nervio central de todo el capitulo es la referencia a Jesucristo.
Podemos fijarnos como S. Benito ha escogido los textos cristológicos más característicos sobre en anonadamiento y exaltación de Jesús. Sin esta referencia tendríamos una doctrina muy exigente, pero falta de vitalidad. Pero por el contrario, desde la actitud fundamental de la configuración con Cristo, todo lo que dice S. Benito tiene una gran fuerza. Encontramos aquí una síntesis de toda la mística cristiana, y no reservada a unos pocos perfectos.
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