Hacia el final de la Regla, S. Benito ve la necesidad de completar su obra, añadiendo una serie de capítulos matizando su pensamiento y sobre todo dando a la vida de comunidad una orientación más entrañable, más cuidadosa de respetar las diversas personalidades de los hermanos, anudando entre ellos lazos de caridad más intensos que en el resto de su Regla.
Cierto que en la Regla no faltan lo que modernamente llamamos “relaciones horizontales” para distinguirlas de la verticales que unen a cada uno de los monjes con el abad. Pero en el llamado apéndice sobre todo en el grupo formado por los capítulos 69-72 adquieren las relaciones horizontales una importancia de primer plano erriqueciendo así el concepto de la vida espiritual que preside los primeros capítulos de la Regla.
A este grupo de capítulos también pertenece el 63, El orden de la Comunidad, que en su segunda parte presenta muchas analogías con el 72, del Buen Celo.
En estos texto se insiste de continuo en la caridad considerada bajo su doble aspecto de amor a Dios y amor a los hermanos, se descubren puntos de contacto con la doctrina de S. Basilio y s. Agustín, indiscutibles doctores de la caridad fraterna entre los cenobitas. Los paralelos parecen innegables. A estas influencias hay que sumar la de Casiano. Aunque a lo largo de las Instituciones suele considerar el monasterio como una escuela en que cuenta principalmente las relaciones entre el maestro y el discípulo, el monje y el abad, en la Colación 16 sobre la amistad espiritual, expone con indudable acierto las relaciones que unen entre sí a los hermanos concediendo a la caridad fraterna una importancia de primer orden, justificando las virtudes típicamente cenobíticas, no sólo por el provecho espiritual que proporcionan al monje que las cultiva, sino por el bien y amor que fomenta entre los hermanos. La escuela se vislumbra como una hermandad y los discípulos se miran unos a otros y descubren que son hermanos. En suma, pasar de las Instituciones a la Colación 16 presenta un trayecto análogo del que va de los primeros capítulos de la RB a estos finales.
Tales analogías no significan que Basilio Agustín y Casiano hayan marcado decisivamente el texto de Benito y mucho menos que sean causa de su cambio de actitud. La evolución de un hombre depende más de su experiencia personal, de la luz de la gracia, que de sus lecturas. La vida misma basta para explicarla y en este caso es preferible hablar de parentesco que de fuentes. Lo que se trasparenta en estos últimos capítulos de la regla más que influencia de otros autores, es su madurez espiritual. La experiencia y reflexión han hecho comprender a Benito la inportancia de dar un relieve más intenso a las relaciones personales en la vida comunitaria.
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