255.-La Obediencia. (5)

publicado en: Capítulo V | 0

 

Obediencia –abajamiento. Quien pronuncia la palabra humildad, toca el aspecto más netamente original del mensaje evangélico. Los textos  más antiguos ponen este abajamiento-humildad en relación con una cierta obediencia.
Losa primeros cristianos no llegaron a esto racionalizando  sobre la  noción genérica de la humildad. El ejemplo concreto de Jesús  les permitió hacer este acercamiento, que no se le había ocurrido a ningún filósofo pagano. El más antiguo testimonio es el himno cristológico de la carta a los filipenses, donde  Pablo, para recomendar la humildad  recurre al ejemplo de Cristo que “se rebajó haciéndose  obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. En el capitulo 5 de la carta a los  Romanos contrapone la obediencia de Cristo con la desobediencia de Adán. Como cabeza de la nueva humanidad, Jesús  pone un gesto de obediencia que abre el camino que Adán cerro por su desobediencia.
Todo cristiano está invitado a abrazar esta obediencia de abajamiento, y lograr así por ella su plenitud. Pero no todos del mismo modo, pues existen situaciones particulares que tiene valor de signo, y un carisma que va unido a ellas.
Pablo conoce al menos una situación sociológica particular en la que algunos cristianos se ven llamados a testimoniar la gracia de la obediencia: la esclavitud. Sus consejos, extraños a la mentalidad moderna, pero que para él son normales. Cristo en su abajamiento ¿no fue acaso un esclavo?
Una situación de esclavitud aceptada libremente por amor a Cristo, se asemeja  en cierto modo al estado de sumisión por la que el monje opta en la obediencia religiosa. En ambos casos, el esclavo y el monje que abraza este estado de sumisión, se conserva libremente en un estado de inferioridad  para confesar  mejor a Cristo y la realidad pascual.
¿Por qué abandonar este estado de inferioridad si el Señor nos pone en condición de confesar mejor esa gracia  que fue la suya, y de encarnar ese abajamiento que él mismo abrazó para nuestra salvación?
En los documentos anteriores al monacato, se menciona poco la obediencia, pero la humildad tiene su lugar junto con la virginidad, el ayuno y las vigilias.
En la medida que la vida monástica toma forma unos siglos después, la obediencia aparece  unida al abajamiento de Cristo y en ella  se expresa el deseo de perseverar  en la humildad  del Señor y entrar en comunión con su pasión. Esta vinculación de la obediencia con la humildad de Cristo se hará clásica en la tradición y se traduce en el deseo de  llevar una vida escondida de abajamiento que se expresa en la búsqueda de una situación de sumisión a otros.   Es una gracia típicamente bautismal, pero que el monje cultiva de un modo peculiar. La sumisión a un superior es un tipo de abajamiento posible, pero existen otros.
 En la RB la obediencia da un amplio especio a la humildad. Cuando describe la famosa escala de la humildad, reserva los cuatro primeros grados a una cuádruple  progresión en el camino de la obediencia: obedecer a Dios, en lo que se refiere  al bien y al mal, complacerse en la renuncia de la propia voluntad para hacer la de Dios a ejemplo de Jesús. Solamente en el tercer grado aparece un superior y con él una obediencia de tipo sociológico. El tercer grado consiste en someterse por amor de Dios en plena obediencia  a un superior, y en el cuarto grado  se describe el momento más crítico de esta obediencia, que constituye su culmen, cuando en situaciones duras y contrarias, incluso en injurias de todas clases, no se desanima ni retrocede.
El esfuerzo del cenobita y el esfuerzo de su ascesis se encuentran casi siempre en la obediencia. Es la nota benedictina por excelencia. Y a partir del cuarto grado, aparecen los rasgos de humildad y ocultamiento que precisa ulteriormente  el voto de obediencia, según S. Benito. Y en el cap. 71 marca  otra nueva cima: obedecerse mutuamente los hermanos “convencidos  de que por este camino de la obediencia llegarán a la purificación interior. Y el 72 “se obedecerán a porfía unos a otros”.
Esta gracia de la obediencia presenta todos los rasgos de un carisma. Es una situación pascual, pues renueva entre nosotros la actitud más característica  de Cristo en el  momento de su retorno al Padre, su obediencia hasta la muerte. Todo cristiano está llamado a reproducir esta actitud, pero algunos hemos recibido  el don de expresarlo con una urgencia particular, escogiendo un estado  de sumisión a otros. La vida cenobítica es rica  en ocasiones de vivir esta gracia de la mañana hasta la noche. Es como dice en el c. 72, el amor humilde respecto a su abad, el celo bueno   por el cual el monje se olvida constantemente de sí mismo y se adelanta a los demás hermanos rindiéndoles su honor.
  Es una gracia de vida escondida típicamente monástica. Esta es la razón probablemente por la que se  pone alguna reserva para que los monjes accedan al sacerdocio. Toda situación de elevación va en sentido contrario a esta aspiración fundamental del monje.

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