Para mayordomo del monasterio será designado de entre la comunidad uno que sea sensato, maduro de costumbres, sobrio, no glotón ni altivo, no perturbador, no injurioso, no torpe ni derrochador.(31,1)
En la conferencia anterior decía que este capítulo constituye un pequeño tratado de espiritualidad, en el que el interés psicológico y moral domina y anima todas las disposiciones de orden práctico. En realidad más que determinar las obligaciones del oficio del mayordomo lo que en realidad hace es trazar la imagen ideal del monje que desempeña estas tareas temporales.
Comienza por enumerar un elenco de cualidades que debe poseer y cultivar y los defectos que debe evitar.
Todas estas orientaciones las deben tener en cuenta todos aquellos que tienen cargos materiales ya que en la tierra no podemos vivir como los ángeles, únicamente ocupados en la alabanza divina pero no tienen que olvidar la condición de monje en el ejercicio de esto deberes. Es necesario sostener el cuerpo a la vez que se trabaja por la santificación. Y el abad debe velar como buen administrador temporal, de estos bienes ya que en gran parte la paz y la vida interior del monasterio depende de este factor.
Como es lógico, el abad no puede ni debe ocuparse por sí mismo de estos menesteres, ya que su ocupación principal es el cuidado espiritual de la comunidad. Puede decir como los apóstoles: ª”No parece bien que nosotros dejemos la Palabra de Dios por servir a las mesas”.
Para dejar en algunos monjes los cuidados temporales, debe mirar las cualidades de los designados. S. Benito quiere que los desempeñen monjes, no seglares. “Se elija entre la comunidad”.
Los empleos temporales exigen una virtud sólida, ya que al estar en relación con huéspedes, pobres, hombres de negocios, si no se es virtuoso, escandalizará en lugar de edificar, haciendo mal en lugar de bien a los que se acercan al monasterio. Y por sus faltas atraerá el desprecio a la vida religiosa en general.
También tienen que relacionarse con los hermanos de la comunidad y si está falto de humildad y caridad, encontrará mil ocasiones de causar molestias y turbar la paz siendo causa de murmuraciones.
Para no abusar de la libertad también es necesaria la virtud, para no caer en el espíritu de independencia. Tienen ocasiones frecuentes de faltar a la pobreza, a la sobriedad, a la modestia. Por eso su virtud tiene que ser suficientemente sólida para mantenerse fiel a Dios y a los superiores, consagrado a sus hermanos y cumpliendo con su deber.
De aquí las cualidades que debe tener el mayordomo y que enumera al comienzo de este capítulo, así como los defectos que tiene que evitar. Debe ser un religioso sabio, prudente, experimentado. Un religioso humilde, paciente, que no tenga inclinación a considerarse como un amo. Que no se entregue a excesos o injurias, que no haga sufrir a la comunidad con sus lentitudes, sus olvidos, sus negligencias. Que no sea avaro ni pródigo, sino temerosos de Dios. Cualidades y defectos que tienen que tener y evitar todos los que tengan empleos materiales en la comunidad.
Pero no siempre los superiores encuentran hermanos con la suficiente preparación para desempeñar estas funciones materiales, lo cual no dispensa al elegido de trabajar para conservarse en su deber.
Ya hace años, recuerdo que una estadística de los monjes que habían pedido dispensa de votos, predominaban los hospederos y secretarios o cillereros. Esto hace pensar que carecían de las cualidades necesarias para desempeñar estos cargos y no acudieron a la vigilancia y la oración.
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