-Sean elegidos decanos aquellos con los que el abad pueda compartir con toda garantía el peso de su responsabilidad. 2l, 3.
S. Benito quiere que los elegidos para decanos, ante todo gocen de buena reputación. “Boni testimonii” expresión tomada de los Hechos de los Apóstoles 6,3 que debía caracterizar a los candidatos al oficio diaconal. Luego quiere que esa buena fama corresponda a la realidad, que su conducta sea verdaderamente santa, lo que constituye una reminiscencia del Deut. 1,13, texto que se refiere a la constitución de la jerarquía de Israel en el desierto, por parte de Moisés. Finalmente se pide que los decanos tengan las mismas cualidades que luego exigirá al que va a ser ordenado de abad: “Vitae meritum et sapientiae doctrinam.”
Todo esto quiere decir que el abad compartía con los decanos todas sus tareas, incluida su responsabilidad espiritual.
Un oficial despreciado, difamado, desedificarte o ignorante arroja el desprecio sobre el monasterio y no tiene ninguna influencia buena sobre sus hermanos y puede hacer mucho mal con su mal ejemplo e ignorancia.
No son pues en la RB puros vigilantes y correctores de los hermanos puestos bajo su cuidado. La sapientiae doctrinae que tienen que poseer los habilita para aconsejarlos, guiarlos y ayudarlos en su caminar hacia Dios.
Por tres veces consecutivas en tan pocas líneas aparece el verbo “elegir”, pero sin mencionar quienes son los que los eligen. Puede admitirse una elección o presentación por parte de los monjes, pero sería absurdo pensar que la confirmación de la elección pueda dejarla Benito en manos de alguien distinto del abad.
Son obedientes auxiliares del abad, pero de ninguna manera fiscalizadores del abad, no defensores de supuestos derechos de la comunidad de frente al abad.
La clave nos lo da otro pasaje de la Regla, donde se prescribe que para conservar la paz y la unión, la organización del monasterio dependa de la voluntad y juicio del abad, de modo que si es posible provea por medio de decanos, como ya se dispuso, a todas las necesidades del monasterio. (Cap. 65) Con todo en este capítulo 65 aconseja al abad que proceda después de aconsejarse de monjes temerosos de Dios.
El abad no siempre tiene santos a su disposición y tiene que servirse para los superiores subalternos, de lo que la Providencia le da.
Pero los hermanos, cualquiera que sean los superiores subalternos, que podemos considerarlos con un papel semejante a los decanos, deben guiarse de espíritu de fe, y animarlos en su relación con ellos. Así las virtudes que se puedan ver en un superior, tanto del abad como de un subalterno, nos pueden llevar a bendecir a Dios, pero no serán la causa de la obediencia. El espíritu de fe lleva a ver en ellos mandatarios de Dios. Y hay que recordar que el Señor da gracias particulares para no dejarse condicionar pos sus defectos.
Estos decanos o superiores subalternos no deben ser cambiados con facilidad, la RB no aprueba unos cambios continuos, pues serán perjudiciales al buen espíritu del monasterio. Ha de ser elegidos de manera estable, “constituantur”. El abad tendrá toda la potestad para cambiarlos, pero no lo hará sin razones serias.
S. Benito manifiesta este deseo de estabilidad cuando dice que si alguno se deja llevar del orgullo, se le amonestará hasta tres veces, antes de deponerle.
Puede ser esta la ocasión para hacer notar la dificultad que se les presenta a los decanos, entendamos superiores subalternos. S. Benito quiere que se ocupen de todos los pequeños detalles, y encontrándose entre las exigencias mas o menos legítimas de los hermanos, tienen ocasión de tropezar con obstáculos. Esto es un motivo más para facilitarles el cumplimiento de su misión.
Es muy importante que no haya división entre el abad y los subalternos. Ni a los hermanos tratar de enfrentarlos, quizás bajo pretexto de mayor observancia, ya que fomentar esta división en la comunidad es uno de los mayores males que puede acontecer a una comunidad. Así se destruye el espíritu de fe, de caridad en la comunidad y habrá que dar estrecha cuenta a Dios de tanto mal.
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