342.-Salmodia atenta.

publicado en: Capítulo XIX | 0

Y salmodiemos de tal manera que nuestro pensamiento concuerde con lo que dice nuestra boca. (19,7)
Hasta este momento la RB se ha limitado a enunciar en este capítulo 19 una verdad de fe: la omnímoda presencia de Dios. Y al citar textos de la escritura exhorta a que «creamos» (v.2) «recordemos” (v.3) «consideremos» (v.4) Y que cada cual saque la consecuencia que crea oportuno de estos principios bíblicos.
S. Benito se abstiene de toda prescripción concreta. Solo al final, en la última línea pone una regla de Oro, para algunos comentaristas, de puro contenido espiritual: «salmodiemos de tal modo que nuestro pensamiento concuerde con lo que dice nuestra boca» (v.7)
Es una hermosa frase que el autor de la Regla sabe troquelar a la perfección y situarla en el justo lugar. Contiene toda una espiritualidad del Oficio divino.
Si es cierto, y lo es en grado superlativo, de que estamos en la presencia de Dios y le tributamos en compañía de los ángeles el culto que se le debe, oremos de verdad prestando atención a las palabras santas del salmo o de las otras escrituras divinas que oímos o pronunciamos, apropiándonoslas. Que nuestro pensamiento y nuestro corazón concuerde con lo que dicen nuestros labios.
Cierto que no es una doctrina exclusiva de S. Benito. Se trata de una expresión «trivial», ha escrito A. de Vogüe. El Maestro no tiene esta frase aunque desarrolla con prolijidad la misma idea. En la Regla de S. Agustín se dice: «medite el corazón lo que pronuncian los labios».
La doctrina es excelente y desborda autenticidad y sensatez. «Haz lo que haces» decían los antiguos.
Si cantamos salmos, apropiémonos su contenido. La claridad y concisión con que está formulado, su situación en el texto, como broche de oro con que se cierra el capítulo, produce un gran impacto.
En su brevedad, la fórmula tiene tanto peso, si no más que todo el discurso de la RM.
Lo que llama más la atención al comparar el texto de la RB con la RM es la ausencia de anotaciones y prescripciones sobre la actitud exterior. El Maestro habla de la vista, de la gravedad exterior, la debida disciplina, estar con el cuerpo inmóvil, la cabeza inclinada y de cantar con moderación. Ninguna de estas prescripciones se encuentra en la RB. Esta se contenta con exhortar a actos espirituales:»creer, recordar, considerar», dejando al lector sacar de ahí sus conclusiones prácticas.
Hay que tener en cuanta que S. Benito da en otros lugares de su Regla, normas más concretas. Aquí, más que escribir de nuevo estas actitudes, las sugiere discretamente al proponer los motivos de fe y los fundamentos bíblicos. S. Benito condensa en cinco palabras, las veinticinco
líneas que el Maestro utiliza para describir esta actitud. Y tiene tanto peso si no más que esa detallada descripción del Maestro.
Esta fuerza le viene, no solo de su brevedad y su colocación estratégica al final de capítulo, sino también por haberla guardado hasta este momento. Contiene las citas bíblicas pero sin prescripción concreta.
En la RM, la consideración sobre la atención se hace a través de un desarrollo peculiar, precedida y seguida de otras recomendaciones, mientras que la RB da una singular importancia a la atención, de modo que es la única recomendación precisa y la conclusión de todo el capítulo.
El contraste entre las dos Reglas aquí como en otros capítulos, es que Benito prefiere los consejos espirituales a las determinaciones concretas.
Su trabajo de abreviar esfuma voluntariamente las precisiones y normas que el Maestro se complace en resaltar, prefiriendo resaltar los aspectos interiores de la observancia.

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