Ya hemos visto como la RB hace una cuidadosa ordenación del Oficio divino en los Cap. 8-18, pero no debe desorientamos pensado que la RB no da importancia a otras clases de oración.
La oración personal o privada no es olvidada o descuidada por la RB. En primer lugar porque como era costumbre en el uso monástico, se intercalaba después de cada salmo una oración silenciosa
En segundo lugar porque la RB, llama oración tanto al Oficio Divino como a la oración particular, tanto durante el Oficio o fuera de él ya que ambos no son más que efectos de una misma realidad.
Tercero, porque para su autor, como para todo el monacato primitivo, toda la vida del monje, sin excepción de ninguna de sus parcelas todo era Opus Dei. A. Veilleux lo ha afirmado analizando textos primitivos del cenobitismo pacomiano. Existe una unión muy estrecha entre la oración que hace el monje particular a lo largo del día a la que hace en la synaxis, como entre la expresión comunitaria de la oración y la que brota del corazón de cada uno de los monjes. La unidad es más profunda ya que abarca toda la vida, toda la ascesis del monje. La vida moral queda estrechamente unida a su oración.
La RB dedica casi una séptima parte de su contenido a la ordenación del Oficio, simplemente porque se trata de una oración comunitaria y por lo tanto debe someterse a unas reglas en lo que tiene de exterior. Sin embargo, casi al final sólo dedica dos breves capítulos 19-20 a la oración intima. No pretende reglamentarla, sino dar unas pocas directrices tomadas de la Escritura, sobre la actitud interior que debe tener el monje que quiere entrar en diálogo con Dios.
S. Benito quiere que el monje sea hombre de oración. Lo contrario resultaría inconcebible, sencillamente porque el monje es por definición un hombre de oración. Según las «homilías espirituales», «monje» es aquel que «invoca a Dios con una oración incesante. El monje auténtico, dijo S. Epifanio debe tener continuamente en su corazón la oración y la salmodia.»
La RB está impregnada del ideal monástico divulgado por Casiano, y precisamente en la primera y más fundamental de sus Colaciones leemos: «Este debe ser nuestro principal conato, esta la orientación: que nuestra mente permanezca siempre adherida a Dios y a las cosas divinas». Y en la novena:»Todo el fin del monje y la perfección del corazón tiende a perseverar en una oración continua e ininterrumpida, y, en cuanto lo permite la humana flaqueza, se esfuerza en llegar a una inmutable tranquilidad de espíritu y a una pureza perpetua». Y Un poco más adelante:» El fin del monje y su más alta perfección consisten la oración perfecta».
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