El taller donde hemos de trabajar incansablemente en todo esto, es el recinto del Monasterio y la estabilidad en la comunidad (4. 78)
Hay una precisión que la RB no menciona hasta el final del capítulo. Sabemos cuales son los instrumentos, sabemos cual es el arte que hay que ejercitarse. Ahora se dice donde hay que trabajar. La definición del taller tiene dos elementos: “Claustra monasterii” y estabilidad en la comunidad.
Claustra monasterio, no tiene que traducirse por el claustro del monasterio, ya que claustro acompañado de monasterio, tiene el sentido preciso, arquitectónico, de patio rodeado por galerías sostenidas por columnas o pilastras. La versión auténtica es “recinto” o “clausura del monasterio” es decir todo el espacio comprendido dentro de los límites de la propiedad monástica.
Por tanto por “claustra monasterii” significa el ámbito material y local donde se ejerce el arte espiritual.
La “stabilitas in congregatione” significa el clima humano, religioso, que es la pertenencia a una comunidad determinada, y la permanencia y perseverancia en esta familia monástica concreta.
No hay instrumento alguno de las buenas obras, tal como las hemos explicado, intentado penetrar en la mente de S. Benito, que no podamos practicar en este taller, que es el monasterio.
Las ocasiones de humildad, paciencia, obediencia son continuas. El silencio, los oficios litúrgicos, los tiempos libres, nos permiten la vida de oración y nos llaman sin cesar a la adoración, a la alabanza, a la piedad, al recogimiento. La vida común y la atención de los huéspedes nos permiten ejercer los deberes exteriores de la caridad para con el prójimo.
Finalmente por medio de la oración y el sacrificio, podemos continuamente hacer presente la gracia a todo el Cuerpo de Cristo. Gracias de conversión, de santificación. En una palabra todas las buenas obras que nos presenta la Regla, el monasterio nos ofrece inmejorables condiciones para cumplirlas, sin tener necesidad de buscar fuera los medios para ejercitar la virtud. El monasterio es el taller más favorable.
El monasterio nos preserva de muchos peligros. Nos preservan de la ociosidad, nos ejercita sin cesar en la renuncia por medio de la vida común, nos arma contra las tentaciones de vanagloria. No libra de muchas ocasiones peligrosas. Incluso nos libra de preocupaciones materiales que podrían turbar nuestro espíritu. Y finalmente nos suministran el buen ejemplo de los hermanos que nos rodean, a la vez que nos estimulan
¿Donde podríamos encontrar taller más favorable para hacer actos puros, generosos y constantes?
Arte, instrumentos, taller, remuneración del Señor. Todo queda perfectamente claro. Solo los obreros no se nombran explícitamente. Pero nadie duda que los obreros sean los monjes. En el prólogo nos decía que el Señor buscaba a su obrero en medio del gentío y en el cap. 7 al comienzo se considera el monje como obrero malo e indigno, y será obrero bueno purificado ya de vicios y pecados cuando halla coronado todos los grados de humildad.
Esta es por tanto la visión de la vida monástica que tiene la RB y que se desprende claramente de este cap. 4. El monje es el obrero de Dios que en el taller del monasterio y en compañía de los otros obreros que forman la familia monástica, trabaja día y noche en un oficio enteramente espiritual y manejando unos instrumentos también espirituales, que son las virtudes, y esperando que la gracia y misericordia de su Señor para que el día que le pida cuentas, pueda recibir la recompensa de sus afanes.
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