Las sentencias que S. Benito nos propone en el capitulo 4, las llama “instrumentos”. Probablemente indica lo que en latín se llama un genitivo de identidad, o sea “bonorum operum”sería la explicación de “instrumenta”. Y así es como debe entenderse porque se trata de un título en forma interrogativa ¿Cuales son los instrumentos de las buenas obras?
Las buenas obras se asimilan a instrumentos, y solo al final del capítulo se explica que se trata de instrumentos de arte espiritual…
Es uno de los capítulos más largos de la RB. Consta de tres partes extremadamente simétricas. Contiene primeramente un catálogo de 74 instrumentos o máximas espirituales, que sin ningún preámbulo, empieza por el primer precepto del decálogo y termina, con el “no desesperar jamás de la misericordia divina”.
Sigue a manera de epílogo o consecuencia, el anuncio de la paga, que recibirá el obrero que los utilice fielmente”de día y de noche”. Y finalmente en una sola frase se indica el taller en que deben utilizarse los instrumentos.
¿Cual es la procedencia de este catálogo, quien lo confeccionó? Parece poco probable que hubiera sido un abad, dada la extrema escasez de referencias a la espiritualidad propiamente monástica. A de Vogüe, ha logrado descubrir, a lo menos dos fuentes probables., la Passio Julian et Vacilese y otra perdida.
Aunque mal informados de las Fuentes, tenemos buena información de casi todas las sentencias que lo integran.
La mayoría está sacadas de la Biblia, otra de los Padres de la Iglesias otras de los autores monásticos, otras finalmente de la Passio Julian, y algunas de autores profanos. Más que citas literales son elaboración original de pensamientos ajenos.
Se ha querido descubrir un orden lógico que como dijimos, a primera vista no se ve. En realidad no existe, y las sentencias se juntan entre si, formando pequeños grupos más o menos articulados unos con otros, sea en torno aun mismo tema ideológico, sea por adoptar una misma forma literaria, o compartir la misma inspiración bíblica.
Con todo podemos decir que el elenco se divide en dos partes. La primera del 1-40 se distingue por una mayor abundancia de referencias bíblicas. Todos los comienzos de sección proceden de la Escritura y por la insistencia casi continua de los deberes para con el prójimo.
La segunda parte, 41-74, recurren menos a la Biblia y sus referencias son menos claras, pero su doctrina es más sistemática y elaborada, y salvo el final, atañe a los deberes para con Dios y con uno mismo.
Encabeza la lista dos grandes mandamientos, el amor de Dios y del prójimo. Siguen los demás preceptos del decálogo, con una variante notable. En lugar de decir “honrar padre y madre”, dice “honrar a todos los hombres”. El cambio es motivado sin duda porque el monje ha abandonado a sus padres para seguir a Cristo, y convierte este mandamiento en una máxima de hospitalidad, inspirada en 1 P. 2,17 y que la RB utiliza al tratar de los huéspedes del monasterio . Y este primer grupo termina con la regla de oro: “no hacer a otro lo que uno no desea para sí mismo”.
Aunque todos los textos que utiliza se encuentren en el NT, proceden del AT. Son propiedad indivisa de ambos.
Con el v.10 nos encontramos pleno evangelio. Una sección que abarca del 10 al 19. Tras invitar a seguir a Cristo, se recomienda castigar el cuerpo, frase que los antiguos entendían como referencia al ayuno. No darse a los placeres, se refiere sin duda a los placeres de la mesa. Amar el ayuno, formulación explicita y más explícita de las máximas anteriores.
Después pasa a la práctica de las obras de misericordia. Esta transición resultaba muy natural para los antiguos, ya que el ayuno iba siempre ligado a la limosna.
La sección siguiente 20-23 esta constituida del mismo modo que la anterior. Comienza con un llamamiento a la renuncia, para seguir a Cristo, y siguen una serie de máximas concernientes a la convivencia de los hermanos, mortificando el apetito irascible, evitando la cólera, el resentimiento, la venganza.
Forman grupo aparte siete sentencias de formulación negativa 34-40, no ser soberbio, ni dado al vino, todas ellas de fuentes bíblicas menos una, no ser dormilón, que no se sabe su procedencia.
La segunda parte presenta características bastante diferentes. En realidad presentan un `programa de ascesis precedido de una exhortación para poner en todo la confianza en Dios. Este programa tiene que comenzar necesariamente por el ejercicio del temor de Dios: juicio divino, infierno, muerte, son verdades eternas, que es preciso tenerlas siempre en la mente.
De este modo, la vida humana irá adquiriendo una seriedad fundamental, que evita no solo las palabras malas 51, sino también el hablar con exceso 52, las bufonadas o risa estrepitosa, 53-54. Y el alma anhelara de verdad la vida eterna, 56.
Este plan de ascesis se completa con algunas máximas referentes a las lecturas santas 55, oración frecuente 56, compunción 57, purifican el alma y le ayudan a corregirse de sus faltas 58.
Después de la cita de Gal. 5,16, relativa a los bajos instintos 59, se hace hincapié en aborrecer la propia voluntad para obedecer al abad, que como hombre puede tener fallos y que su vida no se ajuste a su doctrina. En tal caso hay que acordarse de las palabras del Señor, “haced lo que os digan y no hagáis lo ellos hacen”. La Passio Julian proporciona un aforismo un tanto curioso:”No desear ser tenido por santo antes de serlo, sino serlo para que se le considere con toda justicia”, 62.
Hay unas cuantas máximas 63-68 sin relación lógica para situarlos en este contexto.
Luego se insiste en el amor fraterno, en cinco conceptos negativos y cuatro positivos, 69-73. Encontramos máximas tan humanas como “venerar a los ancianos”, “amar a los jóvenes”, que después encontraremos en el cap. 63.
Y termina con un acto de fe, “jamás desesperar de la misericordia de Dios”.
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